Noticias Ambientales
PINTEMOS NUESTRA ALDEA - 3ra parte
Por Héctor José Fasoli
Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.
Retomemos el paseo por nuestra fascinante ciudad de Buenos Aires. Ciudad intensa como pocas, con bellezas arquitectónicas que se conservan a pesar del avance literalmente demoledor de las inversiones inmobiliarias.
Muchas veces estas inversiones consiguen esquivar códigos de construcción de manera que nos invitan a preguntarnos si las excepciones no violan el principio de igualdad ante la ley.
Los barrios olvidados
Frecuentemente ocurre que hay barrios que, por razones difíciles de comprender para el observador común, parecen despertarse de una siesta prolongada y crecen entre viejas construcciones recicladas, como ocurrió con el barrio de Palermo (Soho y Hollywood), Villa Urquiza y ahora está pasando con Villa Ortúzar. Pero hay otros que permanecen en un estado de peligroso decaimiento, donde atrás de sus paredes parecen adivinarse oscuras actividades y, muchas veces, se despiertan sospechas de ocupaciones clandestinas. Es el caso de las calles próximas a las avenidas Gaona y Juan B. Justo, al oeste de la avenida Nazca. La misma impresión dan algunas calles aledañas a la avenida Avellaneda, al este de Nazca, casi hasta Flores.
Es difícil saber qué ocurrirá con ellos, mientras se observa cómo se deterioran frentes añejos y hermosas puertas y ventanas de estilo aparecen tapiadas.
Otra vez el agua
Hubo un tiempo en que no había casa donde no faltaran canillas goteando o inodoros perdiendo litros de agua en delgados hilos que se escurrían continuamente a través de las juntas de goma. Los medidores de agua detuvieron ese derroche escandaloso a fuerza de aniquilar la economía familiar.
Sin embargo, el gasto que se comparte se diluye y es así como aun hoy se observa un atroz despilfarro en muchos edificios de departamentos, donde durante la mañana se limpian las veredas con ingentes cantidades de agua.
Los sistemas de lavado con poca agua y presión de aire todavía no son muy comunes en las viviendas, aunque sí en los lavaderos de autos, que están limpiando carrocerías con muy poco consumo, al tiempo que el uso de productos novedosos permite una mejor limpieza con menor contaminación ambiental.
Limpios, pero no tanto
La Argentina está entre los países que posee mayor consumo de productos de aseo personal y de limpieza en el mundo. Independientemente de que esta posición privilegiada está preferentemente relacionada al mal empleo de estos productos (especialmente los limpiadores domésticos), es llamativo que esa pulcritud individual y familiar no concuerde con el pésimo comportamiento en los lugares públicos.
En efecto, vemos automovilistas que se deshacen de papeles y latas a través de las ventanillas de sus vehículos; fumadores que después de la última pitada arrojan lo que queda del cigarrillo encendido hacia cualquier lado, sin preocuparle si quema una pierna de un adulto o el rostro de un niño; paseadores de perros que solo levantan las necesidades de sus pichichos si descubren algún testigo de la omisión prevista; cientos de lunares oscuros sobre las aceras, señales de chicles arrojados descuidadamente y pisoteados una y cien veces; baños de sitios públicos -incluidos restaurantes y universidades privadas – escandalosamente sucios; son una prueba del pobre compromiso social con la limpieza.
Todo esto, acompañado por una muy mala gestión de los residuos urbanos: basta ver el estado deplorable de los contenedores negros, maltratados por recicladores urbanos y por los mecanismos de los camiones recolectores que los sacuden hasta que se descalabran.
Ni que hablar del comportamiento indisciplinado para tratar materiales reciclables, en contenedores verdes que se usan para los mismos residuos que los negros. Recipientes con restos de pinturas, aceites de vehículos, insecticidas domésticos, cartuchos de impresoras, entre otros, se tiran con la basura común y se sospecha un destino final también común, poniendo en riesgo la salud de generaciones futuras.
No sabemos, porque los gobiernos no lo informan, si esos desechos son separados durante su clasificación final, aunque lo correcto sería contar con contenedores especiales para residuos peligrosos.
Educar al soberano
Terminamos nuevamente en el tema de la educación. La conducta social inadecuada es resultado de una falla grave en la educación de los niños. Todas las cuestiones relacionadas con la convivencia se aprenden con el ejemplo y esto se logra en los primeros años de la enseñanza.
No se requieren horas adicionales de clases ni maestros especiales para hacer bien las cosas, para tratar bien al compañero y al maestro, para respetar al niño hablándole de manera madura de acuerdo con su edad. Se debe enseñar en el aula lo que corresponde al aula, pero la escuela son esas cuatro paredes más el patio, los baños y los salones de actos.
La escuela es, sobre todo, el otro con el que se convive (con-vive) una parte importante del día. La escuela como contraposición de la calle, lugar de esa fauna humana heterogénea donde, entre otros, están los que han sido mal educados. Por eso la escuela debe ser un modelo para la sociedad y no, simplemente un espejo de ella.
Colofón ciudadano
Paseamos a través del relato por una de las ciudades más cosmopolitas del mundo, que sigue los mandatos de las modas señalados por las grandes capitales: construcción, vestimenta y algunas costumbres son netamente importadas y arraigan rápidamente en la ciudad de Buenos Aires.
Pero nuestra ciudad también fue pionera en algunos progresos a nivel mundial: agua potable, ferrocarriles, tranvías (¡tuvimos tranvías!), son ejemplos de todo eso. En este paseo nos detuvimos a observar el ambiente que nos rodea y descubrimos mucho para mejorar. ¿Puede lograrse?
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