En esta sección de entrevistas, organizadas por FEMUCOR, referentes sociales, dirigentes, asesores etc. del Sector Mutual y Cooperativo, nos hacen llegar sus reflexiones y pensamientos, sobre la crisis desatada por la pandemia.
En este siglo se ha profundizado una crisis social, cultural y humana que afecta a la comunidad mundial atrapada entre grandes intereses y sistemas que generan desigualdad, exclusión, hambre, pobreza, saqueo de riquezas naturales, destrucción del medio ambiente y sometimiento del hombre al capital; produciéndose una constante concentración de la riqueza y del poder económico, una revolución tecnológica excluyente y la continuidad del negocio armamentista, globalización mediante.
Convive con ese mundo en descomposición sectores sociales y económicos que tienen como fin último “la dignificación de la vida humana” colocando al Hombre como constructor y destinatario de un “mundo mejor”, en paz y armonía entre todos los pueblos del mundo.
Emerger desde ese mundo en descomposición caracterizado por un individualismo tóxico y cruel, es el fin y el sentido de un nuevo sistema solidario, humanista y democrático por el que luchan millones de “ciudadanos universales” desde Entidades consideradas “espacios anti-sistema”; reconociendo que no resultará fácil ante la desigual capacidad de fuerza y poder.
En este escenario salen a la luz entonces tres claros posicionamientos que se disputan el futuro de la humanidad. Sectores, corporaciones sin patria y países dominantes que no solo aspiran a conservar “el orden mundial establecido”, sino de disputar a cualquier precio el dominio mayoritario del mismo.
La posición contrapuesta que trabaja por la libertad integral del hombre, la soberanía económica, política y social de los pueblos, la paz y la solidaridad organizada, está integrada por organizaciones y asociaciones del bien común para el bienestar general, sin discriminaciones de razas, religiones, países, etcétera; entre las que se destacan las Entidades de la Economía Social y Solidaria, con sus distintas particularidades según las regiones de la Tierra.
Y en la tercera posición encontramos a los sectores “neutrales” tan indignantes como acomodaticios, especulando en sacar ventaja sin interesarse por el contexto, generalmente funcionales al primer sector.
Queda claro entonces que están los que toman de rehén a la comunidad para conservar el orden establecido y naturalizar los flagelos que azotan a la humanidad, luchando por acrecentar poder con un espíritu mesiánico y mercantilista a ultranza. También están como dijimos los que alzan las banderas, consignas, prácticas y conductas de una verdadera transformación social, económica y política, lleve el tiempo que lleve, consuma las energías que consuma, porque esa lucha es la razón de ser de la misión que tiene particularmente la Economía Social y Solidaria en el mundo. Sobre todo. después de la agenda 2030 de Naciones Unidas y sus ODS que agregan un desafío mayor y un compromiso ineludible de cada mutual y cooperativa en el concierto mundial.
Argentina, presentaba antes de la pandemia, preocupantes índices propios de una crisis estructural con tendencias a profundizarse, con un contexto regional que no escapa a las reglas generales. La característica más notoria y como concepto macro, en nuestro país rige un sistema democrático formal de gobierno, con una economía concentrada de neto corte neoliberal que neutraliza y obstaculiza los intentos de transformación hacia el bienestar general condicionando la capacidad de la política como “vocación de servicio público” y herramienta insustituible para lograr dicha transformación social y económica.
Queda claro que esencialmente, el Sector de la Economía Social y Solidaria argentina se enrola junto a otras organizaciones y asociaciones solidarias sin fines de lucro, en la misión transcendental de sumar e impulsar las transformaciones necesarias para lograr la justicia social, la dignificación del hombre y la satisfacción de sus necesidades básicas, materiales y espirituales.
Con la integración de toda la ciudadanía en una democracia participativa, donde el pueblo organice y administre asociativamente sus propios intereses en alianza con el Estado y gobiernos nacionales, provinciales y municipales que deben garantizar la soberanía política, dentro de un Modelo nacional y popular, que se involucre en la vida integral de la Nación según los preceptos constitucionales que nos rigen.
Las entidades de la Economía Social y Solidaria en Argentina, en un porcentaje importante, ya venían incorporando cambios para afrontar los nuevos desafíos que imponía el avance tecnológico, por un lado, y la necesaria defensa para amortiguar los efectos de una crisis que afecta el poder adquisitivo de los asociados y los ingresos de las entidades.
En un sector tan disperso territorialmente, como multifacético en variedad de servicios que prestan las mutuales argentinas, es imposible generalizar porque no todas se adaptaron al mismo tiempo frente a esos desafíos, y no todas estaban adecuadamente preparadas para reaccionar frente al impacto de la pandemia y la emergencia de salud y económica, en el marco de un aislamiento social y obligatorio.
Esta emergencia y la situación de excepcionalidad sin precedentes puso a prueba a las entidades, a la dirigencia, a funcionarios y empleados, y a los mismos asociados, como a toda la sociedad general y al Estado.
En el mundo se potenciaron las confrontaciones del Poder entre los agresores del interés general, pero también se potenció la “solidaridad humana”, los constructores del bienestar general y la comprensión de Organismos Internacionales y el reconocimiento de muchos estados para los que queda claro que las entidades de la Economía Social y Solidaria en el mundo constituyen una herramienta y un movimiento humanista y democrático capaz de enfrentar una crisis como no lo hace otro sector de la economía.
Hasta ahora, si analizamos el resultado de la reacción y respuestas de las entidades de la Economía Social y Solidaria frente a la emergencia que impuso la pandemia, debemos estar orgullosos de mostrar el esfuerzo realizado en primer lugar; en mantener las fuentes de trabajo generadas por el Sector; la eficacia demostrada en seguir garantizando los “servicios esenciales” para la comunidad; la producción de alimentos, tan esencial como los servicios; y la reconversión digital en la operatoria diaria de las entidades respondiendo a las exigencias del aislamiento; sin dejar de reconocer la difícil situación que atravesaron las entidades cuyos rubros fueron los más afectados por dicho aislamiento, la desaceleración de la actividad económica y la pérdida del poder adquisitivo de la población frente al cuadro inflacionario que nos afecta.
Es de destacar que el sector de la Economía Social y Solidaria ha tenido y tiene un respaldo favorable desde las áreas del Estado en todos sus niveles que tienen que ver con el fomento, la promoción y el control de cooperativas y mutuales, como son el INAES, y los Órganos Locales Competentes que han producido y aplicado políticas públicas favorables consensuadas democráticamente con el Sector; lo que ayudó a afrontar la coyuntura con mayor fortaleza gracias a esa alianza virtuosa.
La adaptación a esta situación de emergencia y la capacidad de reacción para adecuarse, institucionalmente y técnicamente exigió a las Federaciones y Confederaciones un notable esfuerzo y una visión superadora sin la cual las entidades de base hubieran sufrido el impacto de la crisis en soledad y sin el imprescindible apoyo de la integración creativa y fecunda.