Social y Solidaria

OBJETIVOS ESPECÍFICOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE

OBJETIVOS ESPECIFICOS DESARROLLO SOSTENIBLES 1200

Noticias Ambientales

OBJETIVOS ESPECÍFICOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE

Salud y bienestar (ODS N° 3)

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

 

En una nota anterior, reclasificamos los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Este análisis se basó en el impacto que estos objetivos tienen sobre los individuos y sus familias, la sociedad en general y el medio ambiente.

Utilizamos el criterio que sostenemos en esta columna: somos individuos, pero también formamos parte del ambiente, de nuestra circunstancia (Ortega y Gasset, 1914), y que el ambiente también es parte de nosotros. En esta ocasión, abordaremos brevemente los resultados del ODS N° 3 a la luz de la agenda 2015-2030.

ODS N.°3: salud y bienestar

En un mundo que supera los 8.000 millones de habitantes, según informes recientes, aproximadamente 4.500 millones de personas carecen de cobertura completa por parte de cualquier Sistema de Salud, ya sea público o privado, lo que les impide acceder a atención básica.

Además, alrededor de 2.000 millones enfrentan dificultades financieras para pagar por servicios de salud. Aproximadamente 1.300 millones de personas han sido empujadas más profundamente a la pobreza debido a gastos médicos, incluyendo a 300 millones que ya vivían en condiciones de pobreza extrema.[1]

Aunque se podría realizar un análisis más detallado de estos números, en nuestro enfoque no es radicalmente esencial la distancia a los Centros de Atención, como ocurre en las zonas rurales donde la población, por otra parte, es cada vez menor.

En la Argentina, hay provincias que han organizado sistemas de atención para diferentes niveles de urgencia en áreas rurales, donde un caso grave puede ser tratado en pocas horas en un centro especializado en una gran ciudad mediante un adecuado sistema de traslados. Es decir, contar con servicios de salud adecuados es posible, aún en poblaciones alejadas.

[1] https://www.worldbank.org/en/news/press-release/2023/09/18/billions-left-behind-on-the-path-to-universal-health-coverage

 

 

Salud e ideología

La calidad de la atención sanitaria no debería depender de la capacidad económica de una persona. Las razones son claras desde un punto de vista humanitario. Desde una perspectiva economicista, todos los profesionales son formados en nuestras universidades y, generalmente, no existen diferencias significativas en los salarios que perciben en instituciones públicas o privadas; es un hecho que, incluso dentro del sistema público, los salarios pueden variar según la provincia o municipio.

Los equipos para diagnóstico y tratamiento deberían estar disponibles para todos a través de bancos locales o regionales de equipamiento. En última instancia, lo único que podría diferenciar a las instituciones sería lo que, de manera poco afortunada, se denomina “servicio de hotelería” en el ámbito sanitario.

Para quienes intenten ideologizar esta opinión, confieso que desde joven he conversado con médicos y otros profesionales de la salud; nunca he encontrado a alguien que considere adecuado el actual Sistema Sanitario Mundial.

De hecho, muchos están en desacuerdo con lo que se llama “Medicina Privada”, que ha transformado la medicina, carrera tradicionalmente considerada una profesión liberal: los médicos jóvenes ya no aspiran a tener su propio consultorio. El Sistema Privado ha proletarizado la profesión, como se evidencia solapadamente en la recomendación: “ante cualquier duda consulte a su prestador de servicio de salud”.

¿Qué dice la Organización Mundial de la Salud?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) es muy clara con respecto a la Cobertura Universal de Salud (CUS):[2]

  • Fortalecimiento de la Atención Primaria: 

La OMS recomienda un enfoque basado en la atención primaria, capaz de proporcionar el 90% de las intervenciones esenciales necesarias para lograr la CUS. Esto no solo mejoraría el acceso, sino que también podría reducir costos a largo plazo (y, agregamos, también a corto y mediano plazos).

  • Eliminación de Pagos Directos: 

Siempre según la OMS, es fundamental avanzar hacia la eliminación de pagos directos al momento de recibir atención. Esto podría lograrse mediante sistemas más equitativos de financiamiento, como seguros públicos o subsidios para quienes más lo necesitan.

  • Datos y Monitoreo:

La OMS también sostiene que mejorar la recopilación de datos sobre desigualdades en salud es crucial. Esto permitirá a los responsables políticos identificar y abordar las brechas en el acceso a servicios sanitarios, asegurando que las intervenciones sean efectivas y dirigidas a quienes más lo requieren.

La Argentina no presenta grandes diferencias con lo que ocurre a nivel mundial. No debemos olvidar que nuestro sistema sanitario se construyó gracias a la genialidad de destacados sanitaristas desde finales del siglo XIX y gran parte del XX, casi simultáneamente con el mundo occidental.

Solo un Sistema Público garantiza la reducción de muertes prematuras e infantiles en zonas económicamente poco atractivas para los Sistemas Privados. Existen múltiples maneras de hacer más económica tanto la Salud Pública como la Privada; sin embargo, parece que los gobiernos y los sistemas mixtos y privados no se han dado cuenta o simplemente no conviene.

Por otro lado, la pandemia del COVID-19 evidenció el alcance y las responsabilidades del sistema privado, que sobrevivió gracias al apoyo estatal.

[2] https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/universal-health-coverage-%28uhc%29

Salud y humanismo

La Salud, la Educación y la Justicia son fundamentales para garantizar la igualdad de oportunidades. Aunque algunos cuestionen su importancia, estos principios son un imperativo tanto moral como social.

Esto tampoco constituye una posición ideológica: Hipócrates, Platón y Aristóteles trataron con este criterio a esos temas hace cerca de 2500 años.  La salud es un derecho humano esencial; garantizar su acceso es crucial para el desarrollo individual.

Adoptar políticas que prioricen la atención primaria y eliminen barreras económicas podría revolucionar la salud globalmente, permitiendo que millones lleven vidas más sanas, felices y productivas.

Colofón sostenible

La realidad muestra que la ODS N° 3 está lejos de alcanzar las metas propuestas en 2015. Señalar la falta de logros es, con todo, mucho mejor que desconocer los problemas o que definir que la salud es un “hecho individual” que solo debe preocupar a quien le falte.

En muchos temas que afectan a la persona, a su familia y a la sociedad, indicar que no se cumplen los objetivos es muchísimo mejor que no tener ningún tipo de objetivos.

Pero, como dijimos en notas anteriores, no alcanza con fijar objetivos y establecer observatorios sobre esos objetivos: es imperioso hacer algo.

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LA AGENDA 2030 Y LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE

AGENDA 2030 DESARROLLO SOSTENIBLE(1)

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LA AGENDA 2030 Y LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

 

En septiembre de 2015, los 193 Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas firmaron un plan de acción global denominado Agenda 2030. El propósito de este Plan es promover un desarrollo sostenible, atendiendo a las problemáticas más acuciantes a nivel global en la actualidad. En este y los siguientes artículos, abordaremos muchas de esas temáticas, analizando los logros alcanzados hasta el momento y dando nuestra propia perspectiva sobre lo que se han denominado Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

El desarrollo sostenible

Se define que el desarrollo es sostenible cuando “satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas”.[1] Lo que se da por implícito, entonces, es que hasta ahora el concepto de desarrollo estaba (sigue estando) asociado exclusivamente al desarrollo económico.

A nuestro juicio, si no se especifica explícitamente el adjetivo “económico”, no queda claro cuál es el objetivo global del desarrollo. Esto nos lleva a un aspecto relevante, ya que en la Agenda 2030 el concepto de sostenibilidad se aplica a cuatro ámbitos distintos pero interrelacionados: económico, ambiental, social y político. Poner explícitamente el adjetivo “económico/a” tanto a “desarrollo” como a “sostenibilidad” aclarará la tesis que desarrollaremos en nuestros próximos artículos.

Resaltar que el adjetivo “económico” aparezca como núcleo del desarrollo y como parte de la sostenibilidad revela que hay varias formas de entender eso que llamamos, de manera genérica: desarrollo. En resumen, se reconoce la necesidad de que debe haber un desarrollo económico y que ese desarrollo económico debe alcanzarse de manera sostenible, considerando la economía de las personas y la sociedad, la conservación del ambiente y la estabilidad social y política.

[1] Nuestro futuro común (Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1987), en https://climate.selectra.com/es/que-es/desarrollo-sostenible.

Desarrollo y necesidades

Entendemos que la definición de desarrollo como “satisfacción de necesidades” presenta algunas imprecisiones. El término “satisfacción” es bastante general y ambiguo, ya que, en su acepción más cercana al tema en cuestión, satisfacer[2]significa saciar un apetito o aquietar las pasiones del ánimo.  Por otro lado, la definición para necesidad es más precisa, pero más extrema[3]: carencia de las cosas que son menester para la conservación de la vida y aquello a lo cual es imposible sustraerse, faltar o resistir.

La falta de precisión en los puntos de partida siempre dificultará que los objetivos estén claramente definidos y, sobre todo, que los medios elegidos sean los adecuados. No queremos abrir aún más el tema, pero es algo parecido a lo que ocurre con la educación. En resumen, consideramos que la definición de desarrollo basada en la “satisfacción de necesidades” carece de la claridad y precisión necesarias, lo que puede generar confusión en los objetivos y la elección de medios apropiados para alcanzarlos.

[2] Tomamos para satisfacción, respectivamente, las acepciones 4 y 3 del Diccionario de la Lengua Española (DEL).

[3] Para necesidad, empleamos las acepciones 3 y 2 del DEL, respectivamente.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible

La Agenda 2030 estableció diecisiete objetivos para atender las situaciones que se consideran apremiantes en el siglo XXI. Nosotros los categorizamos de manera algo arbitraria en objetivos individuales, sociales y globales. La elección de los grupos la hicimos atendiendo al impacto directo sobre la persona, su sociedad y el “hogar común”: nuestro planeta. Cabe mencionar que algunos objetivos podrían estar incluidos en más de un grupo debido a su profunda interrelación. (entre paréntesis escribimos los números asignados por la ONU):[4]

Objetivos individuales

Estos objetivos tienen un impacto directo en el bienestar y desarrollo de cada persona:

  • Pobreza (1)
  • Hambre cero (2)
  • Salud y bienestar (3)
  • Educación de calidad (4)
  • Agua limpia y saneamiento (6)
  • Trabajo decente y crecimiento económico (8)

Si bien la reducción de la pobreza es un objetivo social, nos interesa específicamente la mejora en la calidad de vida de cada individuo, más allá de las estadísticas (nos importa “la pobreza” pero, sobre todo, “el pobre”).

Objetivos sociales

Estos objetivos buscan mejorar las condiciones de vida a nivel de la sociedad:

  • Igualdad de género (5)
  • Energía asequible y no contaminante (7)
  • Industria, innovación e infraestructura (9)
  • Reducción de las desigualdades (10)
  • Ciudades y comunidades sostenibles (11)
  • Producción y consumo responsables (12)
  • Paz, justicia e instituciones sólidas (16)

A diferencia de la pobreza, la igualdad de género (5) se puede promover de manera directa a través de leyes y políticas públicas, por eso la incluimos en este grupo.

Por otro lado, aunque la Paz mundial no esté garantizada solo por la justicia y solidez de las instituciones en cada país, la inclusión del objetivo 16 en este grupo se debe a que la estabilidad interna de las naciones es fundamental para lograr sociedades más justas y cohesionadas.

Objetivos globales

Estos objetivos requieren acciones coordinadas a nivel mundial, incluyendo acuerdos intergubernamentales:

  • Acción por el clima (13)
  • Vida submarina (14)
  • Vida de ecosistemas terrestres (15)
  • Alianzas para lograr los objetivos (17)

Todas las acciones sobre estos objetivos globales tendrán un impacto en cada individuo y en la sociedad en la que vive, pero su alcance trasciende las fronteras de los países.

En resumen, esta categorización busca resaltar que, aunque todos los objetivos están interrelacionados y persiguen el desarrollo sostenible, algunos tienen un foco más individual, otros apuntan a transformaciones sociales, y algunos requieren una perspectiva global y cooperación internacional para ser alcanzados.

[4] https://sdgs.un.org/goals

Colofón sostenible

El objetivo de los próximos artículos será, precisamente, analizar los ODS sobre la base de las esperanzas iniciales (2015) y los logros alcanzados a poco más de un lustro para llegar al 2030. Presentaremos las metodologías elegidas para el seguimiento de los logros y cuáles fueron estos a lo largo de casi diez años. Nos espera un desafío más que interesante.

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ENCERRADOS DEL LADO DE AFUERA

ENCERRADOS DEL LADO DE AFUERA

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ENCERRADOS DEL LADO DE AFUERA

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

 

Hasta fines de los años 1990, era raro ver en Buenos Aires edificios de departamentos con seguridad privada, lo que ya era común en varios países de Sudamérica. Muchos domicilios reforzaron sus entradas con gruesas rejas tanto en la ciudad como en el Gran Buenos Aires debido al aumento de la inseguridad, medida que, sin embargo, no impiden delitos como las “entraderas”.

Presos adentro y afuera

Desde hace no muchos años somos testigos de un nuevo fenómeno: edificios públicos con sus perímetros enrejados y hasta parroquias y templos con sus atrios clausurados por gruesos barrotes. Aun los diminutos zaguanes que separan la puerta de entrada de la línea de la acera de muchas casas se encuentran cerrados con portezuelas de metal de diferentes alturas.  Tanta parafernalia metálica tiene un propósito común: aislar esos sectores de la presencia de “personas en situación de calle”, como la sociología políticamente correcta denomina a quienes, por las razones que fueren, habitan nuestras grandes ciudades, sin techo, pero también sin cama limpia, sin acceso a una alimentación sana, al aseo ni al uso de sanitarios.

La ciudad encierra a los menesterosos entre sus confines y sus paredes, en tanto que el resto nos separamos de ellos refugiándonos del lado de adentro de esos mismos muros de casas privadas y edificios públicos.

Donde vive la indigencia

Los cajeros automáticos de los bancos se han transformado en monoambientes para muchas de estas personas. Sé que hay quienes no entran de noche a extraer dinero por miedo a que los roben. Yo enfrenté dos sentimientos diferentes, pero curiosos: una vez no entré al cajero para no despertar a quien dormía; otra vez, que noté algún movimiento, entré, nos saludamos e hice mi transacción.

Los pasajes de las estaciones de subterráneo son otros sitios que funcionan como dormitorios cotidianos. Allí, tal vez por la condición del habitante nocturno -muchas veces personas ebrias o drogadas- el ambiente resulta más sucio y despierta temor.

Las marquesinas de los comercios sirven de techo a familias enteras que despliegan sus colchones y sus escasos enseres para pasar allí la noche y parte del día.

Verdades a medias

Pero siempre está el muro, la vidriera o la reja para encerrarlos del lado de afuera, en ciudades desaprensivas, ciegas, sordas y mudas: de un lado el calor del hogar, del otro el frío que corroe el alma aun en la noche más calurosa.

Ahí están ellos, personas que se han vuelto personajes, o -como parecen opinar algunos gobernantes- que se han transformado en parte del paisaje urbano, en actores de un drama cotidiano que, de tan recurrente, se ha naturalizado.

“Nadie hace nada”, dicen algunos; “no quieren vivir en los paradores porque les roban”, comentan otros; o simplemente está el que dice que “viven así porque quieren”. Tres de tantas afirmaciones que tal vez apenas sean apreciaciones puntuales, menos representativas que las encuestas de los movileros de la radio o la TV.

Los números de la calle

Solo en la ciudad de Buenos Aires hay más de 8.000 personas en situación similar y alrededor de unas 5.000 en alguna de las condiciones descriptas en esta nota (estas son cifras extraoficiales, las oficiales son menores). Son pocos para una ciudad populosa como Buenos Aires, aunque uno solo ya sería demasiado. Son pocos para que los gobiernos no tomen la decisión de hacer algo: en no mucho más que dos manzanas se pueden construir habitaciones individuales de veinte metros cuadrados con baño y cocina; si se trata de familias, el espacio total es proporcionalmente menor (cuatro personas pueden vivir en cuarenta metros cuadrados con habitaciones individuales). Un sistema de hotelería digna, limpia y segura donde cada uno podría aportar lo suyo para ganar su plato de comida y, sobre todo, los chicos ir a la escuela y jugar, jugar el resto del tiempo.

Colofón modesto

Esta columna no es de propuestas. Ni siquiera es de buenas ideas. Tal vez (y muy probablemente) no tenga ideas, buenas ni malas. Nos pidieron hace dos años que habláramos del ambiente.  Somos consecuentes con este propósito y coherentes con nuestra posición: como dijimos desde el principio desde estas notas, nuestro ambiente es, sobre todo, el prójimo.

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CAMBIO CLIMÁTICO (II): LOS BONOS DE CARBONO

HUELLA DE CARBONO 1200

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CAMBIO CLIMÁTICO (II): LOS BONOS DE CARBONO

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

 

El tema del cambio climático fue tratado varias veces desde que comenzamos esta columna, allá en los comienzos de 2022. En octubre del año pasado explicamos brevemente el tema y anunciamos su continuación.

Resumamos en forma de ejercicio de preguntas y respuestas algunos aspectos importantes sobre este asunto, para llegar a presentar una alternativa con el fin de tratar de minimizar la principal causa del cambio climático.

El origen del cambio climático

Pregunta (P).  ¿Cuáles son las causas del cambio climático global

Entre las causas principales está la emisión de dióxido de carbono (se lo denomina CO2 y se lo nombra ce-o-dos), la cual es continua y descontrolada desde hace casi tres siglos”.

P. ¿El dióxido de carbono es el único gas responsable del cambio climático?

“No, hay otros gases que producen un efecto aún mayor que el CO2, como por ejemplo el metano (gas natural). Sin embargo, por cuestiones de uniformidad, las emisiones de gases de efecto invernadero se expresan en toneladas de CO2 equivalente (es decir que si se emite cierta cantidad de metano, lo que se indica es a cuánto dióxido de carbono equivaldría esa cantidad de metano).”

P. ¿De dónde provienen el dióxido de carbono y esos otros gases?

“El dióxido de carbono se origina principalmente en la combustión de combustibles fósiles (carbón y derivados del petróleo), pero también en otras actividades humanas como la deforestación, la que le quita al planeta los pulmones verdes capaces de transformar el CO2 en vida vegetal. El metano se produce, entre otras causas antropogénicas, como consecuencia de la cría intensiva de ganado, especialmente vacuno y ovino”.

P. ¿Cómo afecta el dióxido de carbono y otros gases a la temperatura del planeta?

Mediante el denominado efecto invernadero. La superficie de la tierra se calienta por la radiación solar, pero también se comporta como un espejo que refleja parte de esa radiación, devolviéndola al espacio. El CO2 y otros gases impiden que escape al espacio la radiación reflejada, esta calienta el gas atmosférico y hace que aumente la temperatura promedio del planeta”.

P. ¿Por qué se habla de cambio climático?

“Porque si bien, en promedio, la temperatura del planeta aumenta, ocurrirán fenómenos climáticos regionales que pueden afectar a cada lugar de manera muy diferente. Por ejemplo, la descongelación de masas de hielo por aumento de la temperatura producirá el movimiento de grandes cantidades de agua fría que puede hacer que disminuya la temperatura de zonas habitualmente cálidas.

Los hielos derretidos pueden aumentar el nivel de los océanos y hacer que muchas islas desaparezcan y las costas se modifiquen. Los cambios de temperatura en la atmósfera generan grandes movimientos de aire cuya consecuencia son tormentas violentas en lugares no preparados para enfrentarlos”.

El carbono deja su huella

P. ¿Cómo se expresan en números las emisiones de dióxido de carbono?

“Es costumbre hablar de la “huella de carbono”.

La huella de carbono de toda actividad se expresa en toneladas de CO2 equivalente (ver más arriba). El objetivo es reducir la huella de carbono de todo país, empresa o persona, es decir, disminuir la emisión de gases de efecto invernadero todo lo que sea posible”.

P. ¿Cómo se puede actuar para reducir la huella de carbono?

“Las acciones son a todos los niveles: gubernamental, empresarial e individual, emitiendo menos CO2 y otros gases. Para esto es necesario ahorrar energía, reemplazarla por formas renovables como la solar o la eólica y lograr procedimientos más eficientes en cualquier tipo de actividad. En definitiva, la huella de carbono se reduce actuando de manera solidaria de manera de reducir este fenómeno que afecta la “casa común”: nuestro planeta”.

P. ¿Es costoso conseguir eso?

“Por lo pronto requiere un cambio de actitud y de conducta; ni uno ni otro son inmediatos, involucran a la educación y tomar decisiones que afectan nuestras “zonas de confort”. Por otro lado, puede requerir de inversiones en proyectos de sustitución de tecnologías, capacitación de personal y otros gastos que no todos están dispuestos a hacer, a menos que se impongan penalidades o se reciban incentivos por reducir las emisiones.

El punto clave en esta última respuesta es que las acciones mencionadas son costosas y, como sostienen muchos, los individuos solo reaccionan cuando se les afecta el bolsillo. Para alentar actividades que reduzcan las emisiones de CO2 a través de acciones que impliquen inversiones se buscaron mecanismos económicos. Es aquí donde nace el sistema de bonos de carbono”.

La economía del cambio climático

“Los bonos de carbono son créditos que las empresas (gobiernos o, incluso personas individuales) pueden adquirir para compensar sus emisiones de CO2. Se propusieron en el Protocolo de Kyoto en 1997 por iniciativa de una economista argentina radicada en los Estados Unidos.  Un ejemplo sencillo y a nivel pequeño puede ayudar a comprender cómo funciona el sistema de bonos ambientales.

Supongamos que cada barrio cuenta con cinco contenedores de basura y que, por las razones que sean, el camión pasará una vez por semana llevándose solamente lo que hay dentro de cada contenedor.

La experiencia indica que el barrio genera mucho más que cinco contenedores por semana, así que una junta de expertos calcula cuánta basura debe generar cada usuario para que los contenedores no se llenen; supongamos dos bolsas de basura cada tres días. Pero ocurre que algunos usuarios generan menos que eso (digamos, solo una bolsa), algunos generan dos bolsas y otros generan bastante más (por ejemplo, cuatro bolsas).

Los usuarios que generan menos de dos bolsas pueden ser premiados con “bonos de basura”. A su vez, todos pueden proponerse generar menos y, de esta manera, obtener más bonos por ese esfuerzo. Por ejemplo, el vecino que generaba dos bolsas comienza a desperdiciar menos comida, comprar productos sueltos, etc., con lo que pasa a generar solo una bolsa de basura cada tres días; en compensación a ese esfuerzo recibirá sus bonos de carbono”.

P. ¿Para qué sirven esos bonos?

“Por ejemplo, para vendérselos a los que generan demasiado, de manera que puedan compensar su exceso con lo que ahorran otros. Como el precio de los bonos puede variar, ya que los que generan mucho tendrán que pagar multas por ese exceso de generación de basura, les convendrá invertir en procesos que les permita ahorrar.

La reducción de la generación de basura de los grandes hará que baje el precio de los bonos de los chicos. Se genera así una economía de mercado con el ahorro de la generación de basura.

 La basura de este ejemplo es la emisión de dióxido de carbono, los generadores son las empresas, los gobiernos y los individuos. La cantidad de CO2 que se puede introducir al ambiente surge de cálculos y protocolos tendientes a minimizar el cambio climático antes de que se vuelva un fenómeno incontrolable o irreversible”.

Colofón subjetivo

“No me gusta que el dinero sea la medida de todas las cosas. Preferiría una sociedad más solidaria, con personas que se preocupen por el prójimo, con gobiernos que se ocupen de algo más que ganar la próxima elección y empresas que no requieran de este tipo de incentivos o penalidades para propender al bien común.

Pero una cosa es la utopía de un mundo ideal y otra es la realidad que enfrentamos cada día. Como dejamos entrever muchas veces, podemos soñar un mundo perfecto, pero solo tratar de conseguir un mundo real que sea el mejor posible”.   

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CAMBIO Y PROGRESO: ¿PARA DÓNDE Y PARA QUÉ?

CAMBIO Y PROGRESO 1200

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CAMBIO Y PROGRESO: ¿PARA DÓNDE Y PARA QUÉ?

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

 

“Si de algo nos han querido convencer no solo los medios de comunicación, sino también la escuela y la universidad, es que vivimos en tiempos de cambio y progreso continuos. Sin entrar en profundidades filosóficas encerradas en aquello de que “lo único permanente es el cambio” (Heráclito, hace más de 2.500 años), lo curioso es que tanto al progreso como al cambio se los asimila como absolutos que, sin adjetivaciones adicionales, se interpretan como cosas buenas en sí mismas”.

 

¿De qué hablamos cuando hablamos de progreso?

“Si los líderes mundiales desencadenan una guerra nuclear veremos cómo es posible detener drásticamente el progreso. Dejemos que se exploten indiscriminada o furtivamente las reservas ictícolas de nuestro mar y dejarán de progresar los peces y la vida marina en nuestras aguas. Permitamos que se extraiga hasta los últimos miligramos de metales preciosos o estratégicos de los países más pobres, y la pobreza seguirá progresando en ellos, cada vez más, como hasta ahora. Dejemos que se sigan talando bosques y el mundo prosperará en infinitas cabañas de madera instaladas en desiertos naturales o en oasis artificiales, donde los más ricos disfruten cómodamente del progreso.

¿Estoy a favor de que progrese la ciencia médica? Por supuesto, pero si me ponen frente a una opción preferiría que la medicina actual llegue a todo el mundo por igual, pobres y ricos. Una cosa no quita la otra, pero dije si me ponían frente a una opción. Quiero decir que lo que denominamos progreso también requiere de prioridades, y las prioridades son necesarias si, como sabemos, los recursos económicos son limitados.

Pero hay otra razón por la que el progreso podría desacelerarse, y es si existiera una valoración ética de las consecuencias de determinadas “formas” de progreso. Es verdad que en la posmodernidad todo debate ético puede parecer estéril, pero si la discusión ética desencadena en nuevos instrumentos legales, muchas actividades generarían menos daño del que producen”.

 

El progreso que me conviene

“¿Me parece bien que cada vez estemos “más conectados”? Personalmente, con lo que hay actualmente me alcanza y me sobra. Viajando por primera vez al exterior, en los años 1980 me comunicaba por correo postal con familiares: cada carta tardaba entonces entre una semana y diez días en llegar al destinatario. En la década de los 1990 llamaba por teléfono público desde los Estados Unidos una vez por semana y tenía que usar cerca de 20 monedas de un cuarto de dólar para hablar por un teléfono público durante apenas un par de minutos. Veinte años después podía hablar con mis padres desde Europa dos veces por día mirándolos a la cara: recién aparecía el hoy casi abandonado Skype, reemplazado por Zoom, Meet y otras posibilidades no muy diferentes

En la actividad profesional, hace cuarenta años una búsqueda bibliográfica implicaba dedicar un día completo a la semana en la hemeroteca para encontrar las citas de artículos de investigación que, con suerte, habían sido publicados apenas tres meses atrás (solo la cita; conseguir el artículo original podía llevar un mes más). Ahora, con un par de horas por semana accedo a decenas de artículos completos que tienen fecha prevista de publicación recién para el año 2026.

Todo esto es más que suficiente para mí, pero insuficiente para quienes viven de la especulación financiera o los que hacen dinero cada vez que usted o yo hacemos click en las aplicaciones gratuitas”.

 

El avance del cangrejo

“La relatividad del concepto de progreso lo describió muy bien hace muchos años Umberto Eco con lo que llamó “el paso del cangrejo”: la conectividad por internet comprende una maraña de cables de miles y miles de kilómetros que atraviesan los océanos y cruzan valles y montañas por todo el mundo. Sin detenernos en las razones técnicas por lo que esto es así, en lo refererido a la transmisión hemos retrocedido, ya que la comunicación sin cables fue desarrollada por Guillermo Marconi en 1895 (¡casi 130 años atrás!).

Por otra parte, el cambio por el cambio mismo suele ser un desproporcionado (aunque fríamente calculado) desperdicio de dinero para la economía del hombre común: no alcanzamos a utilizar 10% de las capacidades del último teléfono móvil o computador portátil que ya nos presionan con un nuevo modelo, del que utilizaremos aún menos porque su capacidad de procesamiento aumentó mucho y nuestras pedestres necesidades apenas han cambiado”.

 

Progreso no es más consumo

“Todas estas reflexiones no son más que lo que habitualmente denominamos las consecuencias de haber caído en las trampas de la sociedad de consumo. Nosotros, de una manera u otra, somos víctimas -no siempre inocentes- de este modelo de sociedad. Y con esta afirmación no quisiera que se hagan interpretaciones políticas: las alternativas que tenemos son pocas y son malas.

Las nuevas opciones deben salir del interior mismo de cada sociedad, es decir de cada familia, de cada individuo. A fines del siglo XIX, cuando el modelo industrialista había reducido a su máxima expresión la iniciativa individual, los ingleses “descubrieron” a san Francisco de Asís: el ejemplo activo -la acción- de un santo del siglo XIII sirvió de refugio a una sociedad agobiada.

En el siglo XX pasó algo parecido: la relativización de las virtudes y las filosofías de la desesperanza tuvieron como reacción el redescubrimiento de la vieja filosofía escolástica medieval”.

 

Colofón

“Reacción y acción desde el fondo de nuestros corazones y desde la corteza de nuestro cerebro: eso es a lo que nos compromete el mundo actual, en defensa propia, en defensa del prójimo y en defensa del ambiente que nos rodea por afuera y por dentro de nuestra piel”.

 

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El Cambio Climático: Un Desafío Inmediato y a Mediano Plazo

EL DESAFIO DEL CAMBIO CLIMATICO 1200

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El Cambio Climático: Un Desafío Inmediato y a Mediano Plazo

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

Hace unos treinta años, no estaba muy convencido de lo que se llamaba entonces “calentamiento global”, luego “cambio global” y ahora “cambio climático”. Mis dudas se basaban en algunas cuestiones experimentales: se usaban mediciones de temperaturas muy antiguas, hechas (según me parecía) con termómetros no estandarizados. Además, las mediciones del observatorio de Mauna Loa (Hawái) me resultaban insuficientes.

Recuerdo que los estudiantes me consultaban cómo tratar esa información que llegaba a la gente de forma sesgada por medios politizados. Mi respuesta fue durante mucho tiempo que, si las causas eran múltiples, había que actuar sobre las controlables como si fueran las únicas responsables del fenómeno.

Resumamos lo esencial del tema: si se cubre con un material transparente un lugar donde hay plantas, animales y personas, la luz del sol calienta el ambiente y el dióxido de carbono (CO2, se lo suele nombrar “ce-o-dos”) generado por la respiración retiene la radiación reflejada, produciendo un calentamiento que se conoce como “efecto invernadero”.

Lo mismo ocurre en la atmósfera cuando el dióxido de carbono se acumula en cantidades superiores a las que el ambiente puede tolerar. El punto era decidir si los responsables eran los seres vivos en general o si los humanos añadían dióxido de carbono para otros fines propios de su cultura. Mientras las pruebas parecían insuficientes, pasó como con el tabaco: el mundo se dividió en dos; por un lado, las tabacaleras y los fumadores y por el otro, el resto del mundo.

Las causas del cambio climático dependen de la actividad humana

En el tema del cambio climático, la politización siguió, sigue y seguirá por bastante tiempo. Pero ya no hay dudas de que las principales causas del cambio climático se deben a la actividad humana. Las contribuciones naturales, principalmente las volcánicas, no han variado significativamente en los últimos siglos. Repasemos, entonces, los principales aportes de la civilización industrial:

  • Combustión de combustibles fósiles: empleados para generar energía eléctrica, para uso doméstico e industrial, calefacción por gas natural y calderas a gas o combustibles líquidos, transporte terrestre, marítimo y aéreo.
  • Producciones industriales que descomponen minerales: industria de la cal y el cemento, producción de acero, entre otras.
  • Deforestación y quema indiscriminada de bosques: si bien esta última puede ser de origen natural, la intervención humana suele ser más difícil de controlar y compensar.
  • Ganadería y agricultura intensivas: contribuyen directamente con la producción de CO2 (ganadería) o indirectamente a través de la deforestación (agricultura).
  • Descomposición de residuos sólidos: el desperdicio de alimentos, los residuos orgánicos en general, producen grandes cantidades de dióxido de carbono. En muchos de estos puntos no se enfatiza lo suficiente un aspecto clave: la emisión de grandes cantidades de dióxido de carbono en tiempos muy cortos.

Esto es importante destacar porque hay quienes señalan que la materia orgánica, tarde o temprano se descompondrá y que los gases producidos intervendrán en lo que se denomina el ciclo del carbono: las plantas lo utilizarán para crecer y multiplicarse, consumiéndolo mediante la fotosíntesis.

Eso es una verdad a medias: si la velocidad con que se emite dióxido de carbono a la atmósfera supera a la que tienen las plantas para “capturarlo”, el gas se acumulará en el aire. El ejemplo es tan sencillo como esto: si me dan tiempo, puedo beber 1000 litros de agua; necesitaré poco más de un año para eso, pero si me los dan todos juntos, me ahogaré. Si a lo dicho se suma que la deforestación y la tendencia a la desertización de muchos territorios hace que no haya suficiente capacidad de captura por vegetación, el fenómeno se agrava.

Creer o no creer

Pero no se trata solo de “creer o no creer” en el efecto del hombre sobre el cambio climático. Se trata también del costo de las decisiones que implican cambiar el uso de la energía. Y aquí se presentan dos situaciones, una inmediata y otra a mediano plazo:

  • La inmediata es utilizar racionalmente la energía: esto tiene sus costos en términos de una supuesta pérdida de confort (hay países cuyo consumo energético por habitante es diez veces superior al promedio del planeta) y, sobre todo, una pérdida de rentabilidad de las empresas.
  • A mediano plazo habrá un cambio en la matriz energética. Ese cambio implica, por un lado, decidir qué reemplazará total o parcialmente a los combustibles fósiles. Por otro lado, cómo harán las empresas para reconvertirse sin perder rentabilidad y seguir manteniéndose “en el negocio” sin ser reemplazadas por otras. Hay una razón adicional: ¿y si la forma de emplear la energía cambia radicalmente? ¿Si la “nueva energía” no requiriera de grandes productores, acumulación y transporte? Ahí radica, a mi juicio, el quid del tema.

Y estas preguntas están planteadas desde el año 2000 y, todavía, se demora la respuesta, aunque yo y los profesionales con quienes trabajo, estamos convencidos de que la tenemos, al menos, parcialmente.

Trataremos de estos temas en próximas notas.

 

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¿PARA QUÉ LADO QUEDA EL AMBIENTE?

Conciencia ambiental 100

Noticias Ambientales

¿PARA QUÉ LADO QUEDA EL AMBIENTE?

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

Es tan amplia la variedad de cuestiones que se deben tratar cuando se habla del ambiente que es inevitable preguntarse de qué hablamos cuando se aborda el tema y quiénes deben comunicarlo. Algunos piensan que es necesario tener una especialización en periodismo ambiental, otros creen que son los expertos quienes deben “bajarlo” al público en general. Yo disiento en parte con ambas opiniones; debe ser quien lo haga con verdad, claridad y sin subestimar a quien recibe el mensaje. El asunto es particularmente importante porque de quién lo trate y de cómo se trate así se formará la opinión y se despertará el interés de cada uno de nosotros, al tiempo que se dirigirá la atención a diferentes aspectos de la problemática ambiental.

Expertos en ambiente

Comunicar es un arte que se estudia y que se perfecciona. La primera regla es conocer el tema del que se habla. Para hablar de ambiente habría que tener conocimientos básicos de química, física, biología y matemática. Conocimientos no superiores a los que todo estudiante debería adquirir en un buen colegio secundario, nivel en el que, además, debería haber disciplinas multidisciplinarias que, entre otras, traten la temática ambiental. Con esta base común, cualquier comunicador preparado en la especialidad podría entenderse con su público y ponerlo al tanto de novedades de la actualidad ambiental. Que el comunicador tenga conocimientos por encima del estándar tiene una ventaja adicional: el receptor de la noticia se informa bien y aprende, o sea, después de leerla o escucharla sabe sobre el tema más que al principio.

En el otro extremo, los expertos tienen el entrenamiento y el lenguaje para comunicarse con sus colegas, generalmente ultraespecialistas que manejan jergas poco comprensibles por el público no especializado; por lo pronto, dan por entendido lo básico y bastante más que lo básico: los expertos constituyen faunas y se entienden entre ellos con un número limitado pero encriptado de signos.  Por lo tanto, un experto en cualquier disciplina debe hacer un esfuerzo adicional, enorme, casi humano (si se me permite la humorada), para transmitir su conocimiento. A mi juicio, ese esfuerzo es tan monumental como elevar una roca de varias toneladas; por eso nunca entendí eso de “bajar” un tema sino, más bien, que se debe “subirlo al público”. Esto sin detenerme en la psicología de lo que significa “bajar” el conocimiento; sin embargo, no tengo aquí el propósito de generar polémicas innecesarias, a las que no rehúyo, por supuesto.

Las aristas del ambiente

Tratar periodísticamente un tema ambiental implica elegir entre varias opciones; cada una de ellas, por otro lado, puede estar condicionada por factores externos (es decir, ambientales) al comunicador. Veamos: pueden tratarse de manera más o menos sistemática, como lo hace esta columna, temas que no necesariamente sean noticia reciente; se trata más bien de periodismo científico o, más acertadamente, periodismo de divulgación científica. La temática ambiental es un transcurrir de eventos a través del tiempo, muchos de ellos relacionados, que se van enlazando a veces imperceptiblemente como podría ser el cambio climático y la sequía de algunas regiones: como causa de este cambio, hay una desertificación, pero también hay una oasificación[1] en muchas zonas del planeta. Por supuesto que una gran sequía repentina es noticia, pero habría que discutir si semejante evento es consecuencia del cambio climático o de la falta de previsión. De una manera u otra, se trata de un tema ambiental, aunque las explicaciones pueden ser diferentes y condicionadas por la conveniencia: muchas veces conviene echarle la culpa al cambio climático en vez de reconocer que debe invertirse en sistemas de riego o de cauces de desagüe para contrarrestar sequías y evitar inundaciones.

Hay noticias que se ocultan deliberadamente y temáticas que premeditadamente no se discuten en profundidad. Hay miedo a saber y miedo a que otros sepan; es así como se generan tabúes que casi siempre son el resultado de silenciar la realidad. Y cuando no queda más remedio que enfrentarla (ya que la realidad nos desborda), se plantean disyuntivas sin argumentación, como: “minería SÍ” o “minería NO”; y lo lamentable es que es “SÍ porque sí “y “NO porque no”, sin demostración o justificación.

[1] La palabra *osasificación aún no está en el diccionario de la lengua, pero seguramente, lo estará pronto.

¿Para qué lado miramos?

El punto es que cualquier persona interesada en la problemática ambiental -o cualquier otra temática- debería ser capaz de entender por su propia cuenta y para eso hay que manejar un conocimiento mínimo. La tan mentada decadencia del sistema educativo es una consecuencia de esto: cuanto menos sepa la mayoría, más sabios parecerán los mediocres o, visto de otra manera, con menos esfuerzo podrán sobresalir frente a una mayoría cada vez más empobrecida en conocimientos y en su economía. Mi consejo para el lector de esta columna es sencillo, aunque requiere método y algún esfuerzo; si le interesa un tema ambiental siga estos pasos:

  1. Lea de varias fuentes confiables. Por ejemplo, comunicaciones de alguna universidad: las universidades tienen repositorios de acceso libre donde hay trabajos de diferente nivel, incluyendo divulgación. Las ONG suelen manejar buenos argumentos, aunque sesgados. Hay buenos trabajos de divulgación científica en los medios, pero desconfíe siempre de notas traducidas por alguien que no sepa ciencia (se leen barbaridades indefendibles).
  2. Si lee una nota firmada o escucha una opinión de primera mano, vea los antecedentes de quien las dice.
  3. Cuando no entienda un asunto que le interese, no abandone: busque lo básico en internet y las palabras claves en el diccionario (la Real Academia de la Lengua Española lo tiene en línea: todos deberíamos descargarlo en nuestro celular).
  4. Escriba sus propias ideas o sus dudas y consúltelas: llame a las universidades, pida hablar con profesores, averigüe sobre charlas de divulgación.
  5. Saque sus conclusiones basándose en sus propios argumentos, sostenidos a su vez por los argumentos de los especialistas. Asegúrese de que lo que piensa es por usted mismo y no por la opinión de otro.

¿Y cómo se elige un tema? ¡Mirando a su alrededor y deteniéndose a observar! Es el mejor ejercicio para entrenar la curiosidad: comunicarse con los sentidos atentos y sumergidos en el ambiente y, sobre todo, mirando a los ojos a los demás. Mirar a los ojos es una actividad que se ha perdido, sustituida por mirar una pantalla. No hay edad para ser curioso.

Colofón aclaratorio

En este punto, la editora de Social y Solidaria se estará preguntando sobre el título de este trabajo. Si no lo modificó hasta aquí, ella y los lectores merecen una explicación: el ambiente, nuestra circunstancia, es todo aquello que nos rodea por adentro y por fuera de nuestra piel, como ya lo dijimos en una nota anterior: no importa para qué lado miremos, allí estará, esperando de nuestro compromiso con él, de nuestra acción solidaria: al ambiente no puede dársele la espalda. Nuestro ambiente es la excepcional sequía que asoló al país y que medimos en dólares, pero también son ese papá y su hijita que, desde hace apenas una semana, duermen en la calle en la esquina de Álvarez Jonte y Bolivia, en plena ciudad de Buenos Aires[2].  

[2] Que a la semana de haber escrito esta nota ambos no estén ya en esa esquina no tranquiliza, sino que exacerba la angustia por no saber qué habrá sido de ellos.

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INTELIGENCIA ARTIFICIAL

INTELIGENCIA ARTIFICIAL 1200

Noticias Ambientales

INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

Confieso que el tema de la inteligencia artificial, como dicen los jóvenes, me “hace ruido”. Fue prevista hace muchas décadas y no nos sorprende a los que nos dedicamos a la ciencia porque lo que se denomina ciencia ficción es, en general, ciencia de anticipación, que es lo que hacemos los que nos dedicamos profesionalmente a la investigación y el desarrollo. Por otro lado, los buscadores de la web y los respondedores automáticos de correos electrónicos ya la usan hace mucho.

Al principio dudé del nombre ampuloso -prefería inteligencia automática-, pero lo dejo como está; está bien llamada, porque hay una inteligencia natural, la nuestra, y porque la diferencia es tan grande como la que existe entre una rosa natural y una rosa artificial, a la que nunca preferiremos a la primera, aunque tenga el mismo aroma.

¿Qué le falta a la inteligencia artificial que tiene la inteligencia natural hasta este momento? Al menos dos cosas: la automotivación y el sentimiento.

Inteligencia y necesidad

Comencemos por lo primero: usamos nuestra inteligencia porque tenemos una necesidad, no tiene por qué ser material ni económica; hay un “querer saber” puro (necesidad espiritual) y un querer saber “para algo” (necesidad material). La inteligencia artificial puede satisfacer muy bien ambos fines, pero quienes no son “resultadistas” siempre tendrán la alternativa de preguntarse un nuevo “por qué”, hasta poner a prueba la inteligencia de la máquina.

Pongámoslo de otra manera: una persona que se entretiene haciendo crucigramas podrá, con inteligencia artificial, resolverlos en pocos segundos; pero de esa resolución a la persona le quedará la satisfacción poco honrosa de que solo hizo de mediador entre la grilla y la máquina.

En verdad, aprendió cosas nuevas y las disfrutará recién cuando no tenga necesidad del programa de inteligencia artificial para dar la respuesta: la persona aprendió de la máquina como podría haber aprendido de un libro, aunque con menos esfuerzo. Ningún jugador de ajedrez juega desde hace mucho con las computadoras porque irremediablemente perderá porque la máquina ya es invencible, excepto frente a otra máquina.

Estas competencias entre computadoras pueden derivar en un interesante entretenimiento para programadores y para juegos de apuestas, aunque sospecho que en poco tiempo las partidas terminarán en aburridísimos empates

Mi inteligencia es mía

Aquí se plantea un problema interesante: ¿qué hacemos con el conocimiento original y propio? Particularmente, mi posición es la que sostengo desde que aparecieron las fuentes de conocimiento “libre”. Siempre consideré que era material con el que se cargarían de datos máquinas que serían cada vez más “inteligentes”; máquinas a las que luego las usarían sus dueños u otras personas para lucrar. En la web nada es gratis y lo que parece gratis es para monetizarlo de otra manera.

Hay infinidad de actividades aparentemente gratuitas que en realidad se pagan con creces de diversas formas; las más ambiciosas pertenecen al mundo específico de la ciencia y la tecnología, y hablaremos de ellas en otro momento.

Por lo pronto, nunca puse información o conocimiento personal en esas fuentes, nunca corregí sus errores y nunca escribí nada que no llevara mi firma. Mi inteligencia es limitada, es humilde y escasa, pero es mía y está al servicio de mi familia, mis estudiantes, mis discípulos, mis colaboradores y mi país. Ellos harán luego con sus propios conocimientos lo que quieran o lo que puedan.

Inteligencia artificial aquí, ahora y mañana

Volviendo a la actualidad, la experiencia del uso de la inteligencia artificial al alcance del público hasta el momento es pobre: no responde preguntas de nivel medio universitario de disciplinas como química y física (son las que nos interesa a mis colegas y a mí). La inteligencia artificial es astuta: ante su ignorancia pide que se le enseñe; yo no lo hago, por lo que dije más arriba.

Además, como profesor y humano, le enseño a personas que sienten y se emocionan ante la observación detallada de la naturaleza. En la Argentina, hay empresas de servicios que se jactan de que estamos siendo atendidos por un emulador de voz con inteligencia artificial; esas máquinas parlanchinas apenas entienden tres instrucciones y solo responden con eficiencia a dos palabras: saldo y deuda. Por ahora, solo consiguen enojarnos y que pierdan sus empleos personas de carne y hueso.

Naturalmente, hay ámbitos donde la capacidad de la inteligencia artificial está más desarrollada y la posibilidad de que ella interaccione ampliamente con cada uno de nosotros en la vida cotidiana podrá -como con otras situaciones que involucran a los sistemas informáticos – restringir nuestra libertad.

De hecho, ya muchos se han ido acostumbrando a ello y lo están aceptando sin mucha crítica: ¿qué derecho hay para que luego de una conversación con amigos debamos ser bombardeados por publicidad referida al tema? ¿por qué un robot “lee” mis mails y me propone respuestas?, ¿por qué las cámaras de la PC pueden “observarnos” sin nuestra autorización?

Es imperativo un debate ético al respecto; más aún, considero que muchas de estas nuevas tecnologías deberían discutirse éticamente antes de emplearse públicamente.

Inteligencia poética

Por otro lado, una máquina tal vez pueda escribir, como el poeta, estos versos:

                                                   “Creo en el alba oír un atareado
                                                   rumor de multitudes que se alejan:
                                                   son lo que me han querido y olvidado;
                                                   espacio y tiempo y Borges ya me dejan”.

La máquina podrá hacernos vibrar con ellos, pero ella misma no podrá vibrar ni al “leerlos” ni al “escribirlos”. Peor aún: podrá simular que vibra, podrá imitar emocionarse, pero ni vibrará ni se emocionará desde lo más profundo de su alma, sencillamente porque no la tiene; el “alma artificial” no existe ni existirá, pero podrá imitarse.

Y entraremos así en un mundo de falsedades en el que, lamento decirlo, lentamente ya vamos incursionando desde, aproximadamente, finales de la segunda década del siglo XX.

Colofón trascendente

Todo este tema me ha sugerido algo que les presto a mis amigos filósofos como principio de demostración de un problema clave. Muchos piensan desde hace décadas que la Torre de Babel sigue en construcción. Coincido cada vez más con ellos: es una interesante interpretación para discutir en un foro académico o con amigos, buen vino y buenos quesos mediante.

El hombre[1] ha desarrollado desde sus inicios su capacidad de creador, primero tomando como referencia a un Ser superior, puro acto y pura bondad; luego, desde el siglo XIX, intentando reemplazarlo por su propia capacidad de comprender al mundo, de dominar a la naturaleza y hasta de llegar a manipular la vida aún en contra de las leyes naturales.

Nuestra imperfecta inteligencia pudo, a través de los milenios, perfeccionarse hasta ser capaz de crear a su vez, hoy en día, una inteligencia que, entre otras cosas, puede aprender por sí misma. No sabemos si esta nueva inteligencia adquirirá pronto la capacidad de imaginarnos, concebirnos o aceptarnos como sus creadores.

En todo caso, quizás, esa duda o esa imposibilidad provenga de nuestras propias limitaciones. Si todo esto puede crearlo el hombre, con sus miserias y limitaciones, él mismo pudo haber sido creado por una inteligencia aún superior, que no posea nuestras miserias ni nuestras limitaciones.  

Y esa inteligencia superior pudo, además, proporcionarnos la libertad de obrar según nuestra propia conciencia y hacer un mundo cada vez mejor o cada vez peor, según nuestro albedrío. El hombre demuestra con su inteligencia y con su obra que una obra y una Inteligencia superior son posibles. A pesar de los incrédulos, Dios existe.

[1] Primera acepción del Diccionario de la Lengua Española: Ser animado racional, varón o mujer.

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“SI SALVAMOS NUESTRA CIRCUNSTANCIA NOS SALVAMOS”

AMBIENTALES 1200

Noticias Ambientales

“SI SALVAMOS NUESTRA CIRCUNSTANCIA NOS SALVAMOS”

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

Vivir filosóficamente

“Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”, escribió en 1914 José Ortega y Gasset, el mayor filósofo que dio nuestra lengua en el siglo XX. La filosofía, tan abandonada y pretensiosamente reemplazada por otras disciplinas tiene, sin embargo, dos virtudes irremplazables por cualquier otra ciencia: por un lado, poner al hombre a la altura de su propio tiempo, como síntesis del pasado, para proyectarlo desde el presente hacia el futuro: diríamos hacerle presente el futuro a través del pasado; por otro lado, integrar en una sola y gran Ciencia las parcialidades -las perspectivas- de las ciencias particulares.

Por ejemplo, al principio del siglo anterior ni remotamente se consideraba al ambiente como una realidad preocupante; si lo hubiera sido, no se hubiesen tomado decisiones en favor de tecnologías que hoy estamos tratando de reemplazar (por ejemplo, los motores de combustión interna y el empleo de derivados de petróleo para esos mismos motores, para centrales de energía y para producir productos químicos). Sin embargo, hubo quien ya percibió la importancia de las circunstancias sobre la vida de cada uno de nosotros.

Yo y mi circunstancia

Volvamos, entonces, a Ortega; su discípulo Julián Marías hace algunas precisiones. En la frase del principio se dice dos veces YO; el segundo YO, el que tiene condición de atributo, es algo así como una noción abstracta, tal vez más relacionada con la naturaleza de nuestra humanidad que con UNO mismo. Ese segundo YO no tiene sentido si no va acompañado por MI circunstancia, ese conjunto de eventos y realidades que nunca nos son ajenas y que nos influyen a CADA UNO de manera diferente. Ese segundo YO y la circunstancia son lo que construyen al auténtico YO de cada uno, ese que nos hace únicos, irrepetibles y necesarios.

Pero detengámonos en qué es MI circunstancia. Podríamos decir que es aquello que nos rodea (a cada uno de nosotros, a cada YO) por afuera y por adentro de nuestra piel. Así vista, la piel es solamente una barrera que separa el mundo exterior de Mi mundo físico y psíquico interior: lo que ocurra en ambos son parte de MI circunstancia y cualquier modificación en esa circunstancia modificará a esa totalidad vital que denomino YO.

Demasiada filosofía…

¿Parece demasiado filosófico? ¡De eso se trata! De hacer que ESTO que llamo YO se salve, es decir, viva lo más posible, lo más sano posible y de la manera más feliz posible haciendo todo lo posible para salvar a su circunstancia, es decir haciendo todo el bien posible para salvarse.

Nada más lejos lo que acabamos de decir que el “sálvese quien pueda” de nuestros tiempos postmodernos, sino precisamente al revés: actuando para salvar a mi entorno me salvo también yo.

Imaginemos que cada uno de nosotros (es decir cada YO) estamos en el centro de una cebolla cortada de manera transversal: somos ese centro verdoso e insignificante, rodeado de capas o túnicas que constituyen nuestra circunstancia. Las túnicas más cercanas son nuestra circunstancia más próxima: nuestra familia, la canilla de la cocina, el gato y el perro… Ocurren cosas: acabo de discutir con mi hija, la canilla gotea, el gato acaba de arañar al perro porque quiso comerle su comida. Debemos actuar sobre esa circunstancia inmediata para bien de todos y para bien propio. Las cosas no pueden dejarse como están, es necesario hacer, recomponer, reparar.

Las capas de la cebolla se van alejando

La segunda capa de la cebolla es nuestra cuadra o, tal vez, los vecinos del edificio: este deja la basura desparramada en la vereda, aquellos ponen música fuerte hasta las tres de la madrugada, el perro del vecino corre a mi gato. De nuevo, la circunstancia raramente no me afecte, pero al afectarme a mí también afecta a otros.

Otra capa de esta cebolla imaginaria es el barrio: las calles están sucias, los contenedores repletos de basura y olorosos, los restaurantes y bares invaden las veredas con sus mesas, los delincuentes están al acecho y la policía no hace nada…

Las capas se van alejando físicamente de mí, pero su influencia puede ser cada vez mayor y mi inhabilidad para actuar sobre el entorno se complica: es más fácil recomponer la relación dentro de mi familia que terminar con los robos o conseguir que las autoridades limpien las calles.   

Así hasta los confines más alejados de mi ciudad y de mi país. La comunicación cada vez más rápida nos hace partícipes de lo que ocurre en los lugares más alejados del planeta: un incendio forestal en la provincia de Córdoba nos impacta como uno en Chile y una banda de traficantes de pornografía infantil de algún lugar de Europa pone en peligro real y en tiempo real a los niños de mi casa.

Vivir encebollados

Cada capa de la cebolla influye sobre las interiores y las exteriores a ella y todas influyen sobre mí. Esas capas son el ambiente que, de una u otra manera construimos con diferentes grados de responsabilidad cada uno de nosotros. Pero ¡cuidado! Nuestra responsabilidad es mucho mayor de lo que pensamos, porque las democracias nos permiten elegir y, así como cada voto cuenta (matemáticamente) para que un candidato gane, también cuenta (vale) a la hora de que el gobernante actúe. ¿Estoy diciendo que un voto de un ciudadano en otro país vale para mí? ¡Sí!, eso digo. Y no se trata de ideologías afines, se trata de algo mucho más serio: de que el bien triunfe sobre el mal. Porque en este mundo interconectado y confusamente relativista hay cosas que están bien y cosas que están mal. Más aún: hay muchas maneras de hacer bien las cosas, pero unas maneras son mejores que otras.

En el extremo, vemos que hay dos maneras de hacer el bien: se lo puede hacer bien o mal. Hacer mal el bien puede generar mucho mal, como ocurre, por ejemplo, en la educación con algunas tendencias pedagógicas (hablaremos de esto en otra oportunidad).

Por eso, es imperioso aprovechar las mismas comunicaciones para participar activamente o comunicando nuestras ideas, para lo cual es necesario pensar (no confundir con opinar). Y pensar es un acto de la voluntad y, por lo tanto, individual. “Hay que enseñar a pensar”, dicen algunos sin saber lo que dicen. Pensar es una actividad natural del ser humano; pensar con criterio, analizando hechos, conociendo el pasado, manejando las operaciones aritméticas básicas y un lenguaje preciso es otra historia muy distinta. Estamos rodeados de opinantes, personas sin formación, sistemática o no, que dicen lo que se les ocurre, sin detenerse a pensar dos segundos los que sale de sus bocas.

Volvamos al ejemplo de la cebolla. Si alguien inyecta un veneno en la túnica más externa, este se difundirá envenenando las capas interiores y envenenándome finalmente a mí. Ni qué decir si el veneno ingresa directamente a mí desde las raíces: el daño se irradiará desde mi circunstancia interna hacia el exterior. El veneno puede no ser un producto químico sino una información tendenciosa, un insulto, una agresión verbal a mi religión, a mi nacionalidad, a mi color de piel… Esos son los peores venenos porque son los que llegan directamente al alma.

Circunstancia y medio ambiente

Ahora podemos ver con claridad que aquellos que llamamos AMBIENTE es parte de mi circunstancia y como tal, parte de mi propio YO. Y vemos también que el ambiente, como lo entendemos con bastante superficialidad, no es solo el mal uso de pesticidas, los incendios intencionales o no de bosques, las emisiones de dióxido de carbono o la contaminación por desechar mal las pilas.

Todas esas son circunstancias que se unen a muchas otras, externas e internas a cada uno de nosotros, que nos van construyendo o nos van destruyendo lentamente. Reconocer eso implica estar alertas y que nada nos sea indiferente.

Todo lo que hacemos suma o resta para los demás y suma o resta en nosotros mismos. Es un error pensar que lo que a mí me favorece necesariamente perjudicará a otro (cuando el centro de la vida pasa por la economía, esto suele suceder).

Como dijimos en otra nota, nosotros somos el ambiente. Y ese ambiente por el que nos preocupamos, que intentamos cuidar con leyes y protocolos internacionales puede destruirse irreversiblemente en cuestión de segundos, por ejemplo, por una guerra.

Colofón circunstancial

Bastante antes que Ortega y Gasset, dicen que Napoleón dijo que “las leyes de las circunstancias son abolidas por nuevas circunstancias” y se preguntaba: “¿qué son las circunstancias? Yo creo las circunstancias”. Ambas frases son parcialmente ciertas y confirman lo que venimos diciendo: nuestras circunstancias son cambiantes, pero también podemos modificarlas. La vida es eso: construirnos desde nosotros mismos desde cada circunstancia personal.

La historia muestra que lo que a mí me beneficia de manera auténtica es lo que beneficia a otros. Para discernir claramente esto debemos pensar, usar nuestra inteligencia.

Solo la inteligencia de cada uno de nosotros (no la inteligencia humana, en forma genérica, ni la de unos pocos elegidos) salvará al ambiente, es decir, a nuestra circunstancia. Y nos salvará a nosotros mismos.

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PERDIDO EN LA GRAN CIUDAD

NOTA AMBIENTAL 1200

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PERDIDO EN LA GRAN CIUDAD

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

Dijimos varias veces y de diversas maneras desde estas páginas que el ambiente es lo que nos rodea por afuera de nuestra piel y que, a su vez, nosotros somos partes del ambiente del prójimo.

Nos detuvimos ya en la cuestión de esa proximidad porque parece que los grandes temas ambientales son los que nos aproximan a una catástrofe mundial: el “agujero” en la capa de ozono y la emergencia climática o cambio global. Se tienen aparentemente fuera del ambiente las migraciones masivas, las guerras, las enfermedades y la pobreza.

Pero en estas notas somos más modestos aún: nos preocupa el ambiente cercano, ese que nos quita la armonía cotidiana que damos por asegurada, que transforma la rutina de lo predecible en una complicación inesperada que nos exaspera y, en definitiva, nos estresa innecesariamente.

Repasaremos el maltrato cotidiano que cada uno sufrimos desde nuestro ambiente cercano y que nos pone en un estado de indefensión capaz de llevar a la alteración psicológica al espíritu más templado.

Son unos pocos ejemplos que pueden pasar más o menos desapercibidos; el lector sabrá poner en evidencia los más groseros, que ordenados en una lista parecerían interminables.

Señales del caos

La Argentina en general y el área metropolitana en particular son los lugares peor señalizados del mundo. La desidia alcanza a la falta de nombre en muchísimas calles- puede caminarse decenas de cuadras sin ver la denominación de la transversal- y a calles con doble numeración en el Gran Buenos Aires.

Muchos nombres se abrevian, confundiendo al transeúnte local y ni qué decir del extranjero (¿por qué la avenida Francisco Beiró la escriben como Fco. Beiró?); hemos visto calles con el apellido antes del nombre (hasta hace poco, la calle María Catalina Marchi tenía un cartel que decía Marchi, María Catalina).

Muy cerca de ella, la calle Concepción Arenal tiene cartel de contramano tanto para quien desea doblar desde Cabildo como quien lo quiere hacer desde Manuel N. Savio.

La mayoría de los semáforos están colocados cruzando la bocacalle en vez de estar antes del cruce. Por ejemplo, si usted tiene luz verde por avenida Intendente Bullrich y gira a la derecha por la Avenida del Libertador, se encuentra con un semáforo rojo que aparentemente es para quienes esperan unos setenta metros más atrás, junto al campo de polo (!).

La señalización de rutas y autopistas es otra cosa digna de mencionar. Por ejemplo, para tomar el acceso Norte desde la General Paz hay que hacer una gran curva donde se indica que la velocidad máxima es 40 kilómetros por hora y que el radar vigila. ¿Hasta dónde tiene validez esa indicación? El sentido común sugiere que hasta que se unen los varios carriles del acceso, que vienen desde el Río de la Plata; así también lo indica el GPS.

Sin embargo, no hay señal que anuncie el permiso de aumentar la velocidad y los respetuosos deben soportar el asedio de los apurados (asedio: eufemismo por bocinazos e insultos de violencia desproporcionada).

Amigos extranjeros, acostumbrados a respetar los carriles en las rutas y autopistas de sus países, estuvieron a punto de accidentarse al seguir líneas de carriles que terminan contra el guarda-rail de la izquierda sin ningún aviso previo.

Traslado Monumento a Colón

Rehenes del pasado

El ser humano es un individuo histórico: conoce por referencia su pasado y debería servirle para corregir sus errores. Pero a su vez los acontecimientos de una época forman parte de la forma en que se vive en ella. Los hechos de un tiempo se juzgan con las leyes de ese tiempo; es absurdo juzgar el pasado lejano con las leyes o la ética del presente. No pretendo aquí dar una clase de filosofía histórica pero sí señalar los absurdos en los que caemos los argentinos.

Hace no muchos años se quitó de la hermosa plaza que está detrás de la Casa de Gobierno el fabuloso monumento a Cristóbal Colón, donado por la colectividad italiana; en su lugar se emplazó la de la heroína de la Independencia Juana Azurduy. Ambos finalmente terminaron castigados: Colón en un lugar desabrido junto al río, dándonos la espalda; como los porteños le damos la espalda al río, cosa de la que ya hablamos en otra nota, y nos ignoramos mutuamente.

Juana Azurduy fue desplazada frente al CCK: su valor histórico y visual fueron degradados porque en el antiguo predio de la Casa Rosada ahora hay…nada atractivo. Pero lo peor, y que debe llamar la atención a más de un visitante, es que el espacio verde sigue llamándose Parque Colón, que por él pasa la avenida de la Rábida y que hacia el sur comienza la hermosa avenida Paseo Colón.  

Mientras nos seguimos peleando con nuestro pasado y poniéndole nombres exóticos a su conmemoración, los EE.UU. homenajean a los colonizadores españoles: tienen el Día de Colón y en el sur del Estado de la Florida se recuerda con calles y monumentos a Ponce de León. Por cierto, el verbo “colonizar” no viene de Colón, sino que significa establecer una colonia; a su vez una colonia no es, en absoluto, sinónimo de conquista ni de esclavitud, aun cuando en ellas se pudieron cometer tropelías como en cualquier lado del mundo y en cualquier época.

¿Quién conoce el SIMELA?

El Sistema Métrico Legal Argentino –SIMELA- es el sistema de unidades de medida de uso obligatorio en el país, basado en el Sistema Internacional de Unidades. Por ley debe respetarse en cualquier documento oficial ya sea escrituras, planos, propiedad industrial, etc. y, por lo tanto, debería enseñarse a partir de los primeros años de la escuela primaria, además de ser de uso exclusivo en las universidades.

Solo algunos ejemplos: una salida del acceso norte dice: “CALLE THAMES 500 M” (el metro, unidad de longitud, tiene como símbolo la letra m, minúscula y sin punto final). Pero, enseguida, otro cartel dice: “Av. MÁQUEZ 350 m”. En el Acceso Oeste la salida a un aeropuerto se anunciaba a 500 MTS. (así, como una incorrecta abreviatura, con punto final).

La etiqueta de un alfajor dice que tiene 18,5 gr de hidratos de carbono; lo correcto es 18,5 g (símbolo de gramo) y que su “valor energético es” 145 kcal (kilocalorías); aunque esta forma de expresar el llamado también “valor calórico” de los alimentos es frecuente, lo aceptado por el SIMELA es expresarlo en kilojoules (o kilojulios); las 145 kcal del alfajor equivalen a 606 kJ (¡sí, la k minúscula por kilo y luego la J mayúscula por el nombre propio de Joule). Una dieta diaria de 2000 kcal corresponde a unos 8400 kJ.   

¿Parece difícil? Les aseguro que no, si se aprende desde chiquitos: así como al tema se lo enseñó mal puede enseñárselo bien, aunque sospecho que ni siquiera se enseña…

Colofón alterado

Hablamos de pequeñas agresiones al entendimiento, sutiles para muchos, sin importancia para muchos más, imperceptibles por acostumbramiento para la gran mayoría. Pero el ambiente es el otro, venimos diciendo, y hay muchos que están acostumbrados a vivir con cuestiones elementales ordenadas, entre ellos muchísimos visitantes de las provincias argentinas y del exterior del país.

Un querido profesor de la secundaria, a quien encontré poco después de egresar en una librería de la Avenida de Mayo, me dijo: “Fasoli: a veces me pregunto si no sería más saludable vivir en la ignorancia”. Dicha por él, historiador preparadísimo, la frase fue una clara ironía que me retumba hasta hoy.

La respuesta es: no y mil veces no; lo que debemos hacer es taladrar con la verdad y enseñar siempre. No engañarnos con los ídolos transitorios del presente y quedarnos con los hombres y mujeres egregios y permanentes. No importa que la confusión nos altere los nervios y nos haga vibrar interiormente.

Quien no vibra, quien se deja llevar por la corriente como el “Hombre Corcho” de Roberto Arlt, habrá vivido, pero “no honró la vida”, como nos dice Eladia Blázquez desde su maravillosa poesía.   

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