Periodista
No es cierto que cada hombre tenga su precio. Sócrates bebió la cicuta a pesar de que le dieron posibilidades para evitarlo, porque debía respetar las leyes de su país, a las que había jurado obediencia.
A veces, los hombres somos envueltos por la maraña de la vida diaria, creemos en las situaciones que se nos presentan y continuamos los pasos de otros, que nos llevan a hacer cosas que jamás se nos hubiera ocurrido hacer por propia iniciativa.
En algunas oportunidades, esas situaciones están lejos de la virtud que siempre predicamos y ostentamos. Y estar lejos de la virtud es estar lejos de la propia felicidad y también renunciar a dar buenos ejemplos, porque transgredimos los propios valores.
Pero lo que también tenemos las personas de bien, es la posibilidad de volver al camino que nos hemos impuesto transitar y que nos trazaron nuestros mayores. Porque errar es humano y nadie es perfecto. Y si alguien se aparta del camino, puede y debe volver al mismo, como una condición para cumplir consigo mismo y dar el ejemplo. Y ese camino es el cumplimiento de la ley.
El solo hecho de pertenecer a una Confederación, presupone que sus integrantes se distinguen por su capacidad dirigencial; por su habilidad para debatir, negociar y consensuar; por el respeto a sus pares; por la aceptación de diferentes opiniones; por su amplio conocimiento del sistema mutual y cooperativo y de las normas que los regulan, y por su vocación por las prácticas democráticas. Por eso los actos de los dirigentes deben tener altura, importancia y representatividad de la organización a la que pertenecen ya que hay muchos caminos para llegar a al consenso ¡Hay tantas formas para llegar a un acuerdo! Es cierto que en nuestro país estamos atravesando una época de grandes controversias, que incluyen profundas confusiones y contradicciones en muchos aspectos de la vida institucional.
Los dirigentes se deberían preguntar ¿Respetamos los principios? El de “Organización democrática”, el de la “Neutralidad institucional: Política, Religiosa, Racial y Gremial”. A lo que hay que agregar que los comportamientos personales deben ser los adecuados y por la trayectoria de tantas generaciones de mutualistas y cooperativistas , por respeto a sus pioneros, descontamos que darán los mejores ejemplos en este sentido.
La realidad es que el sector cooperativo y mutual, que ya está muy debilitado y castigado en casi todas sus actividades, queda aún más a merced de situaciones extrañas a su sentir.
Alentamos la esperanza de qué, con un gesto de grandeza, los dirigentes den pruebas de su integridad, recordando que no podemos escapar a lo que nos manda la propia conciencia y nuestro sentido del deber. Además, dar ejemplo no es la principal manera de influir en los demás, es la única manera.