Las Cooperativas de Crédito buscan ganar espacio en el interior, tienen presencia en localidades y en segmentos que no pueden acceder a préstamos bancarios. Gestionan para bajar sus costos.
En un mundo que a menudo deja a los pequeños y medianos actores fuera del sistema financiero, las cooperativas de crédito trabajan incansablemente para ocupar un lugar clave en nuestras comunidades. Estas entidades, presentes en localidades del interior y en segmentos que no acceden a préstamos bancarios, se esfuerzan por bajar costos y ofrecer soluciones accesibles.
Aunque en Argentina este modelo quedó limitado tras el cierre de las históricas Cajas de Crédito, muchas instituciones lograron resistir bajo la figura de cooperativas de crédito. Hoy, agrupadas en la Federación Argentina de Cooperativas de Crédito (FACC), reúnen a 43 entidades que siguen apostando por el desarrollo local.
El director ejecutivo de la FACC, Juan Carlos Forgione, destaca que este sector, aunque pequeño, tiene un impacto enorme en provincias como Córdoba, Buenos Aires, Santa Fe y también es fuerte en el litorial. Desde el INAES hasta el Banco Central, algunos avances recientes permiten visibilizar el trabajo de estas cooperativas, como la propuesta de crear Letras de Cambio para abaratar costos o la lucha por la exención del impuesto al cheque, que hoy genera un doble costo a sus operaciones.
Marcelo Rubén Kremer, presidente de la FACC, subraya cómo estas cooperativas llegan allí donde los bancos no pueden: “Atendemos a personas y empresas que no tienen acceso al sistema financiero, y aunque el crédito puede parecer de alto riesgo, la cercanía con nuestros asociados nos permite evaluar mejor y evitar grandes índices de morosidad”.
Los datos refuerzan esta misión social: el 95 % de los préstamos en Cooperativas de Crédito benefician a personas de clase media y media baja. Además, más del 90 % de las empresas y personas atendidas tienen puntajes crediticios que les cierran las puertas de los bancos tradicionales. Sin embargo, para estas cooperativas no se trata solo de números, sino de apoyar proyectos locales, fortalecer economías regionales y ser ese respaldo que tantos necesitan.
Aunque enfrentan desafíos, como la imposibilidad de captar depósitos de sus asociados, las cooperativas buscan alternativas con creatividad: fideicomisos, aportes de capital y ventas de carteras. Este esfuerzo no solo sostiene al Sector, sino que también contribuye a que el dinero generado en nuestras localidades quede en las comunidades, potenciando su desarrollo.
El financiamiento a través de cooperativas de crédito es un instrumento muy difundido en varios países, pero en Argentina el Sector quedó muy limitado, cuando cerraron todas las Cajas de Crédito y solo quedó un minibanco cooperativo.
En estas dos décadas hubo varios intentos por retomar este sistema, como un proyecto que no prosperó para crear Cajas de Crédito, que podría ayudar a movilizar el dinero que se genera en las localidades del interior hacia la actividad económica del mismo lugar.
De todos modos, hubo muchas instituciones que sobrevivieron bajo la figura de las Cooperativas de Crédito, entidades diferentes a las mutuales y a las otras cooperativas, agrupadas en la Federación Argentina de Cooperativas de Crédito FACC-.
El cooperativismo de crédito es un ejemplo vivo de cómo los Valores de Solidaridad y trabajo colectivo pueden transformar realidades.
Como dice Forgione: “Es una lucha que tenemos que dar juntos, porque los beneficios no solo son económicos; son sociales, locales y profundamente humanos”.