Por el Dr.Alberto Fatsman
Es importante ver brevemente la evolución pasada que ha tenido nuestro sistema previsional para estimar cuál puede ser su evolución futura. Nos centraremos en una breve síntesis histórica de los distintos regímenes nacionales existentes hasta la masificación del sistema, aproximadamente hasta el año 1957.
El concepto de previsión es muy remoto en el tiempo, pero la idea de la Seguridad Social como compromiso social por parte del Estado, se origina en Alemania durante el siglo XIX. En el año 1889 esta idea se materializa en ese país al dictarse la Ley de Seguro de Vejez e Invalidez, que es la precursora de otras normas que luego se dictaron allí y en otras partes del mundo.
Yendo específicamente a nuestro país, a fines del siglo XIX se crearon Cajas de Jubilaciones para empleados de sectores específicos que tuvieron el poder político y la influencia para que sean creadas, como por ejemplo los maestros públicos, los militares y funcionarios importantes de la administración pública.
La primera Caja creada que agrupaba un sector concreto de la economía fue la Caja de Empleados Públicos en 1904. Posteriormente, otros sectores de la economía fueron creando sus propias Cajas, como por ejemplo los Ferroviarios (1915), los Servicios Públicos (1921), los Bancarios (1923), el Periodismo (1939) y la Marina Mercante (1939).
Para acceder a la jubilación en esas Cajas se exigían normalmente 30 años de servicios y la edad requerida oscilaba entre 50 y 55 años de edad para los varones y entre 47 y 55 años de edad para las mujeres. Los importes de los beneficios variaban de acuerdo a cada Caja. Por ejemplo, los trabajadores ferroviarios tenían un haber entre el 75% y el 95% del promedio de los salarios de los últimos 5 años anteriores al momento de la jubilación. Las Cajas se financiaban con los aportes tanto por parte de los empleados como por parte de los empleadores, oscilando los mismos entre un 4% y 8% sobre los salarios tanto para unos como para los otros. Además, podrían existir fuentes adicionales de financiamiento para cada Caja en particular, como por ejemplo, el 2% sobre fletes de carga marítima o el 10% sobre el importe de los avisos oficiales.
Hasta 1940 la población cubierta era alrededor del 7% de la población económicamente activa.
A partir de 1944 y con la creación de la Caja de Comercio, comienza la masificación y expansión de la cobertura previsional. En 1946, con la creación de la Caja de Aeronavegación y la Caja de Industria, se encontraba cubierta casi la mitad de la Población Económicamente Activa.
En 1955, y con la creación de las Cajas de Trabajadores Rurales, de Servicio Doméstico y de Trabajadores Independientes, Profesionales y Empresarios, se completa la cobertura previsional, abarcando prácticamente la totalidad de la población económicamente activa.
Los requisitos y modalidades de jubilación también variaban entre las distintas Cajas. Por ejemplo, para el caso de los Empleados de Comercio, se requerían 30 años de servicios para acceder a la jubilación para el caso de los varones (27 años para las mujeres) y una edad de 55 años para los varones y 50 para las mujeres. El haber oscilaba entre 65% y el 90% de los sueldos promedio de los últimos 15 años anteriores a la jubilación. La financiación era del 7% sobre los sueldos a cargo de los empleados y del 9% a cargo de los empleadores. Además existían otras fuentes de ingresos adicionales.
Podemos hacer un breve balance de la situación previsional hasta el año 1957. Como ya dijimos, la mayor parte de la población estaba cubierta. Cada Caja tenía sus particularidades en cuanto a determinación de haberes, financiación y requisitos para la obtención de beneficios. Pero de una manera u otra todas coincidían con el tipo de prestaciones que otorgaban: jubilación ordinaria (la que se obtiene a la edad establecida), jubilación por invalidez, pensión por fallecimiento y, en la mayoría de los casos, jubilación por retiro voluntario.
Como podemos ver, la situación jubilatoria de cualquier afiliado iba a depender de la Caja en que estuviera afiliado, lo cual muestra que hasta ese momento no existía una política previsional general y centralizada: cada rama de actividad, de acuerdo a su poder de negociación, podía conseguir mayores o menores beneficios para sus afiliados.
Desde el punto de vista financiero, las Cajas en su conjunto tenían superávit anual, pero éste disminuía año tras año, lo cual comenzaban a aparecer algunas señales intranquilizadoras. Por ejemplo en 1950 el superávit fue del 4,2% del Producto Bruto Interno. En 1957 el superávit fue del 2,5% del PBI.
Por otro lado, el sistema previsional comenzaba también a generar otro tipo de señales. Por un lado, se va instalando la filosofía de un esquema de reparto, en lugar del de capitalización que prevaleció hasta ese momento. En este último caso, el beneficio a obtenerse está en función directa de los aportes realizados, en el primero no es exactamente así. De esta manera, comienza a haber una percepción de inequidad entre los distintos beneficios entre las diversas actividades, así como entre los distintos requisitos para obtenerlos, dependiendo de la rama de la actividad que se tratase.
Además en todo comienzo de un sistema previsional afluyen una gran cantidad de afiliados que realizan aportes y no tienen beneficios, por lo que ingresan a las Cajas una gran cantidad de dinero, sin que hayan salidas significativas. A medida que los afiliados van obteniendo los beneficios, los egresos de fondos se multiplican. Toda Caja de jubilaciones tiene para ello los excedentes de los primeros años de su existencia cuidadosamente invertidos para prever esta contingencia. Esto no fue precisamente lo que se hizo durante estos años: los fondos fueron invertidos a una tasa entre el 4% y el 8% anual, mientras que entre 1950 y 1957 la inflación era del orden del 20% anual.
Además, a partir de la incorporación de la Caja de Rurales, Servicio Doméstico y Autónomos, la evasión creció enormemente. En 1950 era del 14% de los afiliados, mientras que en 1957 era del 50% del total de afiliados.
El efecto combinado de estos elementos más algunos otros dieron por resultado el incipiente déficit de las Cajas. En 1958 se iba a agregar una nueva cuestión que daría por resultado un punto de inflexión definitivo hacia el derrumbe financiero del sistema previsional, cuya consecuencia última fue la reforma instaurada en 1993.
Héctor Diéguez y Alberto Petrecolla: “Estudio Estadístico del Sistema Previsional Argentino en el Período 1950-1972”
Jorge Feldman, Laura Golbert y Ernesto Isuani: “Maduración y Crisis del Sistema Previsional Argentino”
Camila Arza: “La política previsional argentina: de la estratificación ocupacional a la individualización de los beneficios”