Periodista
La política inmigratoria del siglo pasado, se efectuó con la idea de que el aporte de este caudal humano iba a desarrollar la estructura económica de la República Argentina.
Esta decisión de aumentar la población tuvo un rotundo éxito ya que se atrajeron al país numerosas colectividades.
Tenemos que recalcar que nada de esto fue sin conflicto. Nos imaginamos que no debe haber sido nada fácil la adaptación a las nuevas tierras para los inmigrantes, con los grupos familiares desarraigados, ante el prejuicio de la poblacion local, sin conocimiento del idioma, quizá con el traumatismo que significaron para ellos las guerras europeas, las persecusiones y seguramente con el deseo de volver, pocas veces cumplido.
Sabemos que en principio, este fenómeno afectó sólo el litoral argentino, por ser el lugar elegido por la mayoría de los recién llegados.
Los extranjeros, irlandeses, italianos, alemanes, españoles y de muchas otras colectividades, desarrollaron oficios tradicionales y no tradicionales, ocupando todo el espectro de la vida social.
En épocas antiguas, el castigo más grande que imaginaron los griegos era el ostracismo, es por eso que entendemos que el desarraigo fue un gran sufimiento para los inmigrantes. Pero también fue difícil la inserción de los hijos de inmigrantes, que no pudieron aprender de sus padres la historia, costumbres y modos de vida de esta patria nueva.
Fue natural y lógico que se unieran para crear instituciones que contemplaran sus necesidades. Por ejemplo, la fundación de bancos por las colectividades, ya que les permitía el envío de remesas a sus lugares de origen y también el financiamiento de los pasajes para traer sus familias.
Es esta primera generación de inmigrantes, la que crea en el país las asociaciones de socorros mutuos, cuando aún ni se hablaba de las obras sociales, que fueron las que recibiían a sus paisanos y le daban asistencia a la salud, enfatizando la vida cultural en la que cada colectividad se unía alrededor del tono propio de su música o de su literatura, en los que se reconocían.
Fue tan importante esta labor cultural que los extranjeros pudieron adaptarse al medio sin perder su identidad, enriqueciendo de este modo a toda la comunidad.
Los primeros teatros, cines, y clubes sociales y deportivos casi sin excepción, fueron obra de estas asociaciones.
En menos de ocho años a partir del ingreso al país de estas corrientes inmigratorias, el cambio social fue espectacular.
Nos imaginamos también al poblador local sintiéndose desplazado del centro de la escena y generando un prejuicio que se convirtió en una lógica resistencia al cambio.
Se desarrolla entonces una gran actividad comercial y las bases de una incipiente industria; luego aparecen junto a los almacenes de ramos generales la compra de semillas y de elementos de labranza y por fin se forman los pueblos, que luego se transformaron en ciudades.
Toda la vida cultural de cada colectividad se realiza a través de su entidad mutual, se festejan las fechas patrias de su lugar de origen, los matrimonios entre paisanos, kermesses, pero sobre todo se adhiere a un principio que deviene en práctica cotidiana: la solidaridad.
Tal vez, la costumbre de sentir la influencia de la sociedad española o italiana en la vida de nuestros bisabuelos, abuelos y padres, nos haga perder de vista esa solidaridad sin discursos, traducida en la acción viva y continua que practicaban y su formidable proyección a nuestros días.
De ellos nace este modo argentino de mutualismo organizado para atender al asociado con gran variedad de servicios y con un trato directo y personalizado.
En cambio la mutualidad europea detenta una modalidad muy diferente, ya que atiende temas de seguros en general y seguridad social, y el trato es a través de planillas y padrones, sin desmerecer esas importantes actividades con las que convocan a la mayoría de la población.
Hoy pensamos que nuestra sociedad sería muy distinta si persistiera el mismo entusiasmo que tuvieron los fundadores de las primeras asociaciones mutuales para cubrir las necesidades de sus asociados.
Creemos que ha llegado el momento de que nosotros, los descendientes de esos inmigrantes, revisemos esas raíces, hagamos nuestra su historia y la traduzcamos en acción para fortalecer y renovar a nuestras entidades en bien de la comunidad.
Porque en esa historia, que debe permanecer viva en nuestros sentimiento, se habla de ayuda mutua, de esperanza, de amor y de trabajo, y tambien de inventar un futuro, que aún hoy , empieza todos los días.