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¿PARA QUÉ LADO QUEDA EL AMBIENTE?

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

Es tan amplia la variedad de cuestiones que se deben tratar cuando se habla del ambiente que es inevitable preguntarse de qué hablamos cuando se aborda el tema y quiénes deben comunicarlo. Algunos piensan que es necesario tener una especialización en periodismo ambiental, otros creen que son los expertos quienes deben “bajarlo” al público en general. Yo disiento en parte con ambas opiniones; debe ser quien lo haga con verdad, claridad y sin subestimar a quien recibe el mensaje. El asunto es particularmente importante porque de quién lo trate y de cómo se trate así se formará la opinión y se despertará el interés de cada uno de nosotros, al tiempo que se dirigirá la atención a diferentes aspectos de la problemática ambiental.

Expertos en ambiente

Comunicar es un arte que se estudia y que se perfecciona. La primera regla es conocer el tema del que se habla. Para hablar de ambiente habría que tener conocimientos básicos de química, física, biología y matemática. Conocimientos no superiores a los que todo estudiante debería adquirir en un buen colegio secundario, nivel en el que, además, debería haber disciplinas multidisciplinarias que, entre otras, traten la temática ambiental. Con esta base común, cualquier comunicador preparado en la especialidad podría entenderse con su público y ponerlo al tanto de novedades de la actualidad ambiental. Que el comunicador tenga conocimientos por encima del estándar tiene una ventaja adicional: el receptor de la noticia se informa bien y aprende, o sea, después de leerla o escucharla sabe sobre el tema más que al principio.

En el otro extremo, los expertos tienen el entrenamiento y el lenguaje para comunicarse con sus colegas, generalmente ultraespecialistas que manejan jergas poco comprensibles por el público no especializado; por lo pronto, dan por entendido lo básico y bastante más que lo básico: los expertos constituyen faunas y se entienden entre ellos con un número limitado pero encriptado de signos.  Por lo tanto, un experto en cualquier disciplina debe hacer un esfuerzo adicional, enorme, casi humano (si se me permite la humorada), para transmitir su conocimiento. A mi juicio, ese esfuerzo es tan monumental como elevar una roca de varias toneladas; por eso nunca entendí eso de “bajar” un tema sino, más bien, que se debe “subirlo al público”. Esto sin detenerme en la psicología de lo que significa “bajar” el conocimiento; sin embargo, no tengo aquí el propósito de generar polémicas innecesarias, a las que no rehúyo, por supuesto.

Las aristas del ambiente

Tratar periodísticamente un tema ambiental implica elegir entre varias opciones; cada una de ellas, por otro lado, puede estar condicionada por factores externos (es decir, ambientales) al comunicador. Veamos: pueden tratarse de manera más o menos sistemática, como lo hace esta columna, temas que no necesariamente sean noticia reciente; se trata más bien de periodismo científico o, más acertadamente, periodismo de divulgación científica. La temática ambiental es un transcurrir de eventos a través del tiempo, muchos de ellos relacionados, que se van enlazando a veces imperceptiblemente como podría ser el cambio climático y la sequía de algunas regiones: como causa de este cambio, hay una desertificación, pero también hay una oasificación[1] en muchas zonas del planeta. Por supuesto que una gran sequía repentina es noticia, pero habría que discutir si semejante evento es consecuencia del cambio climático o de la falta de previsión. De una manera u otra, se trata de un tema ambiental, aunque las explicaciones pueden ser diferentes y condicionadas por la conveniencia: muchas veces conviene echarle la culpa al cambio climático en vez de reconocer que debe invertirse en sistemas de riego o de cauces de desagüe para contrarrestar sequías y evitar inundaciones.

Hay noticias que se ocultan deliberadamente y temáticas que premeditadamente no se discuten en profundidad. Hay miedo a saber y miedo a que otros sepan; es así como se generan tabúes que casi siempre son el resultado de silenciar la realidad. Y cuando no queda más remedio que enfrentarla (ya que la realidad nos desborda), se plantean disyuntivas sin argumentación, como: “minería SÍ” o “minería NO”; y lo lamentable es que es “SÍ porque sí “y “NO porque no”, sin demostración o justificación.

[1] La palabra *osasificación aún no está en el diccionario de la lengua, pero seguramente, lo estará pronto.

¿Para qué lado miramos?

El punto es que cualquier persona interesada en la problemática ambiental -o cualquier otra temática- debería ser capaz de entender por su propia cuenta y para eso hay que manejar un conocimiento mínimo. La tan mentada decadencia del sistema educativo es una consecuencia de esto: cuanto menos sepa la mayoría, más sabios parecerán los mediocres o, visto de otra manera, con menos esfuerzo podrán sobresalir frente a una mayoría cada vez más empobrecida en conocimientos y en su economía. Mi consejo para el lector de esta columna es sencillo, aunque requiere método y algún esfuerzo; si le interesa un tema ambiental siga estos pasos:

  1. Lea de varias fuentes confiables. Por ejemplo, comunicaciones de alguna universidad: las universidades tienen repositorios de acceso libre donde hay trabajos de diferente nivel, incluyendo divulgación. Las ONG suelen manejar buenos argumentos, aunque sesgados. Hay buenos trabajos de divulgación científica en los medios, pero desconfíe siempre de notas traducidas por alguien que no sepa ciencia (se leen barbaridades indefendibles).
  2. Si lee una nota firmada o escucha una opinión de primera mano, vea los antecedentes de quien las dice.
  3. Cuando no entienda un asunto que le interese, no abandone: busque lo básico en internet y las palabras claves en el diccionario (la Real Academia de la Lengua Española lo tiene en línea: todos deberíamos descargarlo en nuestro celular).
  4. Escriba sus propias ideas o sus dudas y consúltelas: llame a las universidades, pida hablar con profesores, averigüe sobre charlas de divulgación.
  5. Saque sus conclusiones basándose en sus propios argumentos, sostenidos a su vez por los argumentos de los especialistas. Asegúrese de que lo que piensa es por usted mismo y no por la opinión de otro.

¿Y cómo se elige un tema? ¡Mirando a su alrededor y deteniéndose a observar! Es el mejor ejercicio para entrenar la curiosidad: comunicarse con los sentidos atentos y sumergidos en el ambiente y, sobre todo, mirando a los ojos a los demás. Mirar a los ojos es una actividad que se ha perdido, sustituida por mirar una pantalla. No hay edad para ser curioso.

Colofón aclaratorio

En este punto, la editora de Social y Solidaria se estará preguntando sobre el título de este trabajo. Si no lo modificó hasta aquí, ella y los lectores merecen una explicación: el ambiente, nuestra circunstancia, es todo aquello que nos rodea por adentro y por fuera de nuestra piel, como ya lo dijimos en una nota anterior: no importa para qué lado miremos, allí estará, esperando de nuestro compromiso con él, de nuestra acción solidaria: al ambiente no puede dársele la espalda. Nuestro ambiente es la excepcional sequía que asoló al país y que medimos en dólares, pero también son ese papá y su hijita que, desde hace apenas una semana, duermen en la calle en la esquina de Álvarez Jonte y Bolivia, en plena ciudad de Buenos Aires[2].  

[2] Que a la semana de haber escrito esta nota ambos no estén ya en esa esquina no tranquiliza, sino que exacerba la angustia por no saber qué habrá sido de ellos.

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