Representantes de Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Uruguay, Paraguay, Perú y México se reunieron para desarrollar el segundo Trayecto formativo de la Red Latinoamericana de Mujeres de la Economía Social y Solidaria, para debatir la participación de las mujeres de este Sector en los espacios de poder.
El evento fue organizado por la Confederación Argentina de Mutualidades -CAM- DE Argentina representada por la Lic. Nora Landart, Coordinadora General de este evento que contó con más de 230 participantes.
El despliegue de la temática se realizó con la ajustada moderación y la maravillosa empatía que tiende en cada encuentro Sirlei Gaspareto de CRESOL. También se designó a la Prof. Anahí Priotti para dar un resumen de lo expuesto.
La presidente de CRESOL Central, Rosane Dalsoglio dio una cordial bienvenida y manifestó un fuerte apoyo a la Red Latinoamericana, ya que formó parte de la decisión de conformarla. Resulta preocupante la violencia, la subordinación y el sometimiento de la mujer en Brasil.
No faltó la parte musical ya que se clausuró la reunión con la emotiva canción de Rhuana Salles.
Como disertante de la misma, se designó a la prestigiada profesora Estela Roesler Neira experta en el tema de género y un ejemplo de dedicación y profesionalidad.
Como fondo de su disertación se analiza a las mujeres que viven y trabajan en el campo, y se hace una crítica a la historia oficial que ha invisibilizado a las mismas, tanto en la lucha política general como en las luchas específicas.
También se presenta la relación entre el capitalismo, el patriarcado y el racismo en el proceso de dominación jerárquica y condicionamiento político como una necesidad de mantener los roles asignados a hombres y mujeres en la sociedad. Mucho más, la vida de las mujeres campesinas que viven, trabajan y crían a sus hijos en el campo.
Ante los problemas de Género las afrodescendientes y las indígenas que viven en las regiones más pobres, suelen ser las más vulnerables, y más afectadas por la violencia.
Este modelo fue marcado por la violencia; el genocidio; la explotación; el silenciamiento de culturas; y también con la violencia de las jóvenes para embarazarlas y aumentar la tasa de natalidad para generar más mano de obra para los “señores”.
Hay diferencias y desigualdades raciales y también geográficas, que hay que considerar en la lucha para lograr la igualdad de género, ya que algunos grupos siempre que se quedan atrás. Hay que ser de color, o indígena y vivir en las zonas pobres para saber que las oportunidades no son para todas y dar cuenta de la impunidad con que se maltrata a las mujeres. Tanto, que tienen más probabilidad de morir violentamente. También se atacan frecuentemente a grupos de comunidades LGBTQIA+, e indígenas.
Luchar contra las diversas formas de opresión, es reconocer que el modelo colonizador es un monstruo con tres patas: capitalista, patriarcal, y racista. Por eso los objetivos de igualdad deben ser realistas, y enfocar que la sociedad se organiza así, en esta forma para perpetuar la dominación de grupos privilegiados de la sociedad.
En este contexto las mujeres rurales, campesinas, son explotadas, violentadas y agredidas. Por lo tanto, en Brasil están agrupadas de la siguiente forma:
En el Movimiento de Mujeres Campesinas -MMC-, en la Organización de Mujeres de la Unión Nacional de Organizaciones Cooperativistas Solidarias -UNICOPAS-; en la Unión Nacional de Cooperativas de Agricultura familiar -UNICAFES-; en la Confederación de Cooperativas de Reforma Agraria CONCRAB-; en la Federación Nacional de Trabajadores de la Agricultura Familiar, entre otras.
O sea que Brasil tiene un feminismo campesino que tiene características propias, y se construye a partir de la vida de las mujeres rurales y sus necesidades, incluida la de vivir en el campo sin violencia y con autonomía.
En Brasil, las significativas tasas de embarazo en la adolescencia en Brasil están relacionadas con alta vulnerabilidad social y la pobreza.
Muchas veces, no poseían mucho más que sus cuerpos para luchar, siendo que la lucha por derechos básicos – acceso a la tierra, a la supervivencia, a la educación y a la seguridad, posibilitó la comprensión de otros cautiverios.
Debieron organizarse, amplían debates a favor de las mujeres rurales e indígenas y entenderse como mujeres trabajadoras, para comprender las relaciones entre la opresión y la explotación. La explotación del trabajo ajeno y el agotamiento de los recursos naturales pasaron a formar parte de sus preocupaciones políticas.
También hay un menosprecio a la labor de cuidado, que la realizan las mujeres de clases bajas, de la periferia o inmigrantes. Este trabajo es precarizado y con informalidad.
Se han denunciado numerosas formas de opresión, y entre el salario de una mujer negra y un hombre blanco hay una distancia enorme. El trabajo femenino doméstico, en la casa, es naturalmente no remunerado y en los lugares de trabajo es con desigualdades por la división sexual.
En tanto el trabajo rural responde al modelo patriarcal familiar, el trabajo de las mujeres se toma como ayuda, están a cargo del cuidado y es un “valor de uso”.
“Vamos alcanzando en cada encuentro el objetivo que nos propusimos, vamos profundizando en el abordaje de la temática, para que cada país aporte sus particularidades culturales y regionales.
La profesora Neira Roesler profundizó conceptos y categorías trabajadas en el primer encuentro, incorporando temáticas como la colonización; apropiación de los cuerpos; racismo; legitimidad de los discursos del odio; consustancialidad, o sea que las creencias y mandatos culturales de género han hecho que el trabajo de cuidado se vea como una labor consustancial a la femineidad. Por ello, es necesario un abordaje de la incidencia de las responsabilidades de cuidado,
Nuevamente es el turno de las mujeres de la Economía Social y Solidaria de la argentina en el próximo trayecto y nos sentimos desafiadas, a profundizar y compartir, nuestros saberes, y nuestra cultura, en relación a la temática que nos convoca”.
En este contexto resulta lógico y explica la gran desigualdad entre las mismas mujeres: las de clase baja, junto a las diversidades, más las mujeres indígenas y afrodescendientes comparadas con las mujeres de mayor nivel educativo; aunque esta educación no signifique siempre más oportunidades laborales, ya que las mujeres siguen siendo las que tienen los salarios más bajos y las que no acceden en general a los puestos más altos.
En esta enorme lucha para desarticular el “monstruo de tres patas: el capitalismo, la sociedad patriarcal, y el racismo” la buena noticia es que hay una gran parte de mujeres que trabajan la tierra en organizaciones que las representan; aunque todavía hay lugares donde no se llega y dónde la cultura de la colonización, que fue a sangre y fuego, dejó marcas, comportamientos a de construir y muchas vidas y sueños rotos.