Social y Solidaria

PARA EDUCAR HAY QUE CUESTIONAR LA EDUCACIÓN

PARA EDUCAR CUESTIONES 1200

Noticias Ambientales

PARA EDUCAR HAY QUE CUESTIONAR LA EDUCACIÓN

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

La educación no es el único factor de cambio. Últimamente, igual que cada tanto, se habla de la educación como un factor de cambio y de la posibilidad, incluso, de transformar el mundo a través de ella.

Esta afirmación, aun con algo de verdad, constituye en los tiempos actuales una utopía peligrosa y, en el mejor de los casos, es escasa de contenido, un cóctel al que le faltan ingredientes.

Es verdad que un buen sistema educativo es importante en la sociedad, pero tanto como lo es un buen sistema de salud, un sistema judicial, previsional, etc. Recordemos textualmente las palabras de Ortega y Gasset en su Misión de la Universidad, en la década de 1930: “No hay nación grande si no es grande su escuela, pero lo mismo puede decirse de su religión, de su política, de su economía y de mil cosas más”.

En una nación que no es enteramente grande ¿quién producirá el cambio reclamado? La responsabilidad recaería en una minoría aislada y, por lo tanto, ajena al ambiente social: una élite supuestamente superadora. En vista a las experiencias históricas en el mundo, resulta peligroso.

Vuelvo a citar al filósofo: “La escuela como institución normal de un país depende más del aire público en que íntegramente flota que del aire pedagógico producido artificialmente dentro de sus muros”. Es decir, debe haber vasos comunicantes entre ambos y debe haber algo más que mejore el aire público o que vaya mejorándolo de manera paulatina: se trata de un cambio cultural, al cual la educación contribuye, pero no es la única. Además, está a la vista que lo que hay naciones grandes o poderosas que tienen sistemas de enseñanza más bien flojos. El tema es tan complejo que, de por sí, requiere un tratamiento particular y que no esquivaremos más adelante.

Valores permanentes

Lo que es seguro es que, trabajando sobre Valores permanentes es posible conseguir transformaciones de base que nos pueden garantizar una convivencia más armónica. Pero para eso hay que aceptar que existen Valores permanentes, aunque la sociedad postmoderna quiera hacer creer que toda moral es relativa. Si me piden un Valor permanente, lo encuentro rápidamente: la solidaridad.

Hay más, por supuesto, pero con este basta para decir que los Valores permanentes deben enseñarse desde los primeros años de la niñez, en lo posible, desde la casa, pero si no, en la escuela.

En el mundo actual hay mucho que puede hacerse desde la educación, hoy y ahora, sin pedirle cambios estrambóticos: no olvidemos que en el mundo hay millones de niños que no reciben ningún tipo de educación, ni de calidad buena ni mala: eso, sin lugar a duda, es un desafío por resolver, concreto, factible e imprescindible.

También a través de la educación en procedimientos correctos podemos contribuir a mejorar nuestro entorno. Como decía un maestro mío: “hay muchas formas de hacer las cosas, pero algunas son mejores que otras”. Debe educarse tempranamente para hacer bien lo que se hace mal y hacer mejor lo que hacemos bien.

Niño reciclando

Educación ambiental

¿Cómo educar, por ejemplo, para que nuestro ambiente próximo no se degrade y podamos vivir de manera saludable y más agradable con nuestro prójimo?

En este punto se plantean dos posibilidades extremas: educar etariamente de arriba hacia abajo o hacerlo de abajo hacia arriba. En el primer caso, se requieren grandes inversiones en campañas de concientización para que los adultos adopten comportamientos que faciliten una convivencia ambientalmente sustentable.

Por ejemplo, en el manejo de residuos, funcionan bien las experiencias piloto en localidades pequeñas, donde es fácil hacer correcciones poco costosas en la medida en que se detecten fallas de procedimientos.

Fuimos testigos, y en alguna forma responsables, a través de cursos de capacitación y asesoramiento, de mejoras ambientales en la Patagonia, como la eliminación de bolsas plásticas y su reemplazo por textiles no tejidos también.

Sin embargo, los proyectos metodológicamente más eficientes consistieron en educar en la escuela y trasladar a través de los niños la enseñanza a los adultos. La responsabilidad y compromiso adquirida por un alumno de primaria permite modelar el comportamiento de los mayores: no arrojar papeles en la vereda, clasificación de residuos, reciclado, etc., se puede realizar con éxito en la escuela y trasladarlo a la familia y desde ellas al barrio y a toda la localidad.

Los residuos en las grandes ciudades

La situación en las grandes ciudades es diferente: si bien la educación escolar puede ser exitosa en la misma dirección que la explicada, se requiere un sistema de gestión municipal muy bien organizado para satisfacer y ordenar los esfuerzos de los vecinos.

Tomemos por caso la ciudad de Buenos Aires: la inversión en contenedores sin duda ha sido enorme; sin embargo, el funcionamiento del sistema es inadecuado porque no hay incentivos para la clasificación o, por el contrario, las exigencias para los vecinos no se condicen con lo que se sospecha es el destino final de los residuos separados.

Exigir lavar las botellas de bebida es impráctico, y las de aceites es difícil, requiere uso de grandes cantidades de detergentes, que se podría minimizar en procesos de lavado centralizado. Andes de exigir botellas limpias hay que enseñar a ahorrar en los productos que se emplean para ellos, como, por ejemplo, jabón y detergente.

Por otro lado, la población no conoce cómo es el sistema de gestión de residuos: qué se hace con sus botellas de plástico o de vidrio, cómo se reciclan, cómo es el negocio, muy rentable, por cierto, de la industria de los residuos. También se desconoce cómo funciona un relleno sanitario y cómo se compromete el futuro si no se minimiza la cantidad de residuos enterrados.

Muchos residuos que se generan en un hogar son peligrosos: aceites de máquina, solventes, pinturas, cartuchos de impresoras, etc.: ¿cómo se desechan de manera adecuada?

Hay tres disciplinas rectoras para enseñar, a través de ellas, cómo funciona la ciencia y la tecnología en la vida cotidiana; esas tres asignaturas son Física, Química y Biología. Una formación adecuada en las tres permite comprender cómo es y cómo se comporta el mundo que nos rodea por dentro y por fuera de nuestra piel.

Colofón comprometido

La temática ambiental debe dejar de ser un compromiso declarativo de las empresas y de los gobiernos: se deben efectuar acciones transparentes y disponerse de un sistema de formación -no de “información”- serio y profundo de acuerdo con el nivel de enseñanza al que se dirija.

Solo conociendo y conociéndonos podremos reconocernos y reconocer la importancia que nuestras acciones individuales pueden tener para contribuir a mejorar nuestro entorno. Un entorno mejor, está probado, nos permite vivir de mejor manera.   

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NOSOTROS Y NUESTRO AMBIENTE

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Noticias Ambientales

NOSOTROS Y NUESTRO AMBIENTE

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

La temática ambiental presenta sus ambigüedades. Por lo pronto, los temas ambientales parecen siempre ser importantes (esto es, aparecer en los medios) cuando la palabra “ambiental” es el adjetivo de problema o catástrofe. Temas como la prevención y la educación ambiental deberían ser tratados sistemáticamente por la prensa, no solo cuando son noticia.

Sigamos con la ambigüedad del título de esta nota: nosotros: ¿quiénes? Respuesta: usted, yo, su familia y mi familia, los que vivimos en el barrio, la ciudad, una provincia, el país, el mundo… Y si nos diferenciamos del ambiente ¿por qué el posesivo “nuestro”?

Atardecer - Foto de Betania Fasoli

El ambiente no es nuestro: nosotros somos parte de él

Porque el adjetivo posesivo no tiene aquí sentido de “propiedad” de algo sino de “pertenencia a algo. El ambiente es nuestro, no porque nos pertenece sino porque pertenecemos a él: somos el ambiente y, sobre todo, somos parte del ambiente de otras especies.

¿Demasiado complicado? ¡Para nada! Se trata de pensar y aprovechar con calma esa posibilidad que nos da la lectura.

Cuando hablamos de ambiente es necesario familiarizarse con que en idioma español se refiere al conjunto de circunstancias o condiciones exteriores a un ser vivo que influyen en su desarrollo y en sus actividades. Sinónimos: medio, medio ambiente y medioambiente. El inglés aquí es más preciso: “environment”.

Nos relacionamos con el entorno

La temática ambiental se suele clasificar de acuerdo con nuestra mayor o menor proximidad con el entorno que nos interesa:

El ambiente local (por ejemplo, el municipal, que a su vez está compuesto por los sub-ambientes que conforman cada hogar, la cuadra, el barrio y la localidad).

El ambiente regional, vinculado generalmente con problemáticas comunes de una o varias provincias (por ejemplo, las del Noroeste Argentino).

El ambiente nacional, donde la temática abarca la totalidad de las regionales con proyección a todo el país.

Finalmente está el ambiente global, la Tierra como nuestro hogar, como suele decirse un tanto a la ligera.

Y ahora sí: la problemática ambiental

Cuando la temática ambiental se transforma en una preocupación para la comunidad se comienza a hablar de “problemática ambiental”. En nuestra experiencia, la percepción de la problemática ambiental de un habitante promedio, no especializado, es muy diferente de la aparente objetividad con que la percibe la ciencia para el mismo lugar, siempre y cuando la sociedad no esté influenciada por información mediática que suele magnificar el problema.

Pondremos un ejemplo concreto: hace más de dos décadas, un grupo de investigación que co-dirigía estaba interesado en prevenir los daños al patrimonio arqueológico que se produciría por la prospección minera de oro en una de las provincias patagónicas.

Cuando presentamos nuestro proyecto a las autoridades y fuerzas vivas de la localidad comprendimos que esa temática para ellos no era percibida ni considerada como problema; el problema, en esa localidad y en ese momento, era la generación de residuos sólidos urbanos y, en particular, los envases plásticos descartables.

¿Dejaba de ser un problema el que planteábamos? De ninguna manera: aprendimos que si queríamos tratar un tema de mayor magnitud o complejidad debíamos atender primero el que era percibido como el problema más serio e inmediato en la localidad.

Los residuos “en el patio de atrás”

Y aquí surge algo sorprendente: la problemática de los residuos sólidos domiciliarios se repite en todo el país (y muchas partes del mundo), independientemente del tamaño de la localidad. Más aún, el tipo de residuos generados en la mayoría de las localidades es muy similar, independientemente de la cantidad de habitantes.

Sorprendentemente, el tema de los residuos no está resuelto porque no está resuelta, entre otras cosas, su clasificación en el lugar donde se generan. Y no me refiero solamente a la Argentina: basta darse una vuelta “por el patio de atrás” de un centro comercial mediano o chico de los Estados Unidos de N.A. y verán a qué nos referimos.

Europa no es toda igual. ¿La diferencia? Educación y espacio. Los países con poco espacio se ven obligados a resolver el problema de los residuos de manera muy eficiente. Sin educación, sin embargo, no hay plan que funcione, a menos que se impongan penas severísimas a quienes no cumplan (por ejemplo, en países del sudeste asiático)

Colofón

Con este enfoque, conciso y lo más didáctico posible, seguiremos tratando en próximas notas la temática ambiental: la que nos urge como individuos de una pequeña sociedad y la que preocupa a los científicos del mundo, como miembros de la comunidad global.

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